lunes, 26 de noviembre de 2018

LA MADRE, de Fiona Barton



DATOS TÉCNICOS:

Título: LA MADRE
Autor: Fiona Barton
Traductor: Albert Vitó
Editorial: Planeta
Colección: Planeta Internacional
ISBN: 978-84-08-19346-3
Páginas: 544
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta






El pasado 9 de octubre las yincaneras madrileñas asistimos a un encuentro literario organizado por Planeta Internacional para conocer a Fiona Barton y hablar de su nueva novela, La madre.

Más allá de lo interesante que como lectora me parecen este tipo de actos, hubo dos aspectos en este encuentro que me llamaron poderosamente la atención: por un lado, me apetecía mucho conocer los motivos que impulsaron a la autora a abandonar una profesión tan vocacional como la de periodista, en la había alcanzado mucha notoriedad gracias al tesón y al esfuerzo realizado durante décadas, para volcarse en la literatura y, por otro, conocer cómo se había pergeñado la novela y en particular que respondiera a una pregunta que a lo largo de la lectura se convierte casi en un mantra en la mente del lector y en la que la editorial puso especial énfasis: “¿Hasta qué punto estarías dispuesto a guardar un secreto?”

Y tanto esas, como todas las cuestiones que se plantearon fueron respondidas, porque Fiona Barton es una escritora cercana dispuesta a satisfacer al lector más curioso.







Fiona Barton es una afamada periodista que cuenta con una dilatada carrera forjada a lo largo de varias décadas tras su paso por distintos diarios como el Daily Mail, el Daily Telegraph y el Mail on Sunday. 

Ha sido galardonada con el Premio Nacional de la Prensa británica. Con su primera novela, La viuda, se convirtió en un fenómeno editorial internacional, al haberse publicado en más de treinta y cinco países.
 





Un escueto párrafo en el periódico anuncia el hallazgo de unos restos antiguos de un bebé en una zona en construcción de Londres. Muy pocos lectores siquiera le echarán un vistazo.

Para tres mujeres, sin embargo, la noticia es imposible de ignorar.


Para la primera, es el recuerdo de lo peor que le ha pasado en la vida.


Para la segunda, la peligrosa posibilidad de que su secreto más oculto sea revelado.


Para la tercera, la periodista Kate Waters, la primera pista en una carrera para descubrir la verdad.


Secretos guardados durante años, enterrados bajo tierra y en el fondo del corazón, saldrán a la luz para cambiar tres vidas para siempre.


Fiona Barton vuelve con su protagonista Kate Waters en un nuevo thriller imposible de olvidar.






¿Puede una simple noticia de corta extensión -poco más de treinta palabras- desencadenar una historia como la que nos vamos a encontrar en esta novela? Puede, claro que puede, sobre todo si pensamos en que por culpa de un lerdo la humanidad dejó de poder vivir a cuerpo de rey porque al tipo le dió por comerse una manzana en el momento más inoportuno. Desde entonces, y hace miles de años, cualquier cosa es posible.

Pero la realidad es que la mayoría de nosotros apenas se detiene en este tipo de primicias que por su extensión, precisamente, no llaman nuestra atención. Más si es en el apartado de "sucesos" de un periódico. Somos consumidores de inmediateces que no buscamos el misterio en un periódico, porque queremos que todo se nos de masticado. A no ser que tengas, claro, un especial interés en el caso, como le sucede a las protagonistas de esta novela. Porque son tres, alguna con más relevancia que otra, pero que forman una tríada espectacular, con sus luces y, sobre todo, con sus sombras. ¿Quieres que te haga una somera descripción de cada una de ellas?

- Angela Irving: De profesión enfermera, está casada con Nick Irving, un militar con el que tuvo tres hijos: Patrick, Louise y la pequeña Alice, que desapareció en la clínica al día siguiente de su nacimiento y de la que todavía no han tenido noticias, cuatro décadas después. Viven en Winchester, una ciudad que se encuentra a unos noventa kilómetros de Londres.


- Emma Simmonds: Tiene cuarenta y dos años y está casada con Paul Simmonds, un profesor de universidad. Trabaja en su casa, desde hace más de una década, para una editorial como redactora de biografías de famosos. De esos que publican sus memorias como si fuesen de puño y letra, pero quien las escribe no puede firmarlas. Anímicamente es una mujer amargada porque acumula muchos remordimientos desde su adolescencia, especialmente por un secreto que solo conoce su madre.

- Jude Massingham: Madre de Emma, tuvo a su hija siendo soltera, ya que el padre, Charlie, nunca quiso comprometerse. En su día, ahora está jubilada, trabajó en una editorial y triunfó como abogada especializada en derechos sociales. Aunque la infancia de Emma fue más o menos tranquila, al llegar a la adolescencia comenzaron los problemas con su madre y en ellos tuvo mucho que ver Will Burnside, su pareja.

Pero antes de empezar a hablar de la trama de la novela, me gustaría detenerme en el escenario en el que se desarrolla. El lugar no es otro que un edificio en demolición, recientemente expropiado, de la calle Howard Street, en el londinense barrio de Woolwich -distrito de Greenwich-, al sureste de Londres.



Se trata de un enclave muy particular y con una trascendencia incluso histórica, ya que esta calle, junto con las vecinas de Norfolk, Surrey o Arandel, se edificaron sobre lo que antaño fueron los terrenos donde se levantaba la Casa Arundel y sus jardines (propiedad de la familia Howard, duques a su vez de Norfolk). En 1970 se inició un proceso de derribo con la intención de modernizar la zona y crearon un complejo de bloques -el Arundel Great Court- que posteriormente fue derruído también, comenzando las labores de demolición en 2012, al amparo de los proyectos urbanísticos y de adecuación de la ciudad con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos que afectaban a esa zona de la ciudad donde se encuentra el estadio del Arsenal F.C., momento en el que se inicia este relato, porque son precisamente en estas obras en demolición donde los operarios encuentran los restos de un bebé muerto hace muchos años.

Y la noticia aparece en la sección de Breves del Evening Standard el 20 de marzo de 2012. Y la leerán las tres mujeres que os he presentado al principio.

Emma Simmonds entrará en pánico directamente nada más leerla; la impresión no la dejará ni respirar. Y su marido, sin saber a qué se debe tanto desconsuelo, intentará animarla y consolarla. No necesita explicaciones, la quiere tal y como es. Pero ella sabe que ese secreto que lleva ocultando durante tantos años pugna por abrirse paso hacia la luz.

Angela Irving, que cada vez que se acerca la fecha del que tendría que ser el cumpleaños de su hija Alice, rememorará, con más énfasis que nunca, el aciago suceso que vivió hace más de cuatro décadas, cuando secuestraron a su hija de tan solo un día en la habitación de la clínica donde había nacido. Nunca se resolvió el caso, ni para bien ni para mal y eso afectó y marcó tanto su vida como la vida de su familia. Tampoco ha podido superar la tristeza que se convirtió, desde aquel día, en su compañera de viaje.


Jude Massingham entenderá que quizás haya llegado el momento para restablecer la relación tan tortuosa que ha llevado con su hija y que desde su adolescencia las ha traído de cabeza a ambas. De hecho, pueden pasarse meses y meses sin hablarse y, cuando lo hacen, entran en una espiral de reproches que no conducen a nada.


Pero también leerá esa noticia la periodista Kate Waters, solo que con otros ojos, ya que verá en ella tanto la posibilidad de volver a ponerse en el candelero como la promesa de una historia impactante que deberá investigar a la antigua usanza por la cantidad de preguntas que empiezan a aglutinarse en su cabeza para las que no encuentra respuesta: «¿Quién era el bebé? ¿Cómo murió? ¿Quién sería capaz de enterrar a un bebé? ¿Qué motivo podía llevar a alguien a matar a un bebé?».

Y es así como cuatro días después de aparecer ese amago de noticia, el sábado 24 de marzo, Kate escribe su primer artículo, cuyo titular reza así: «¿Quién es el bebé de las obras?». Solo cubre una pequeña entrevista con el obrero que encontró los restos del bebé, pero la maquinaria se pone en marcha con un único objetivo: descubrir todas las preguntas que semejante hallazgo suscita.

Empezaremos, entonces, a conocer a esas tres mujeres en profundidad a medida que vayamos pasando capítulos, porque La madre transcurre a lo largo de dos meses y unos días: entre el 20 de marzo de 2012, cuando aparece la primera noticia en el Evening Standard, hasta el 26 de mayo de ese mismo año, independientemente de que haya un corto epílogo que nos es más que un capítulo corto, fechado el 1 de abril del año siguiente.


La novela está narrada desde la perspectiva de las cuatro mujeres que protagonizan la historia y cada capítulo resumirá, casi como si se tratase de un diario, el día a día de cada una de ellas desde aquel fatídico momento en que aparece la noticia. Solo una de ellas lo hará en primera persona, aunque será la periodista la que concentre mayor número de capítulos, ya que, a fin de cuentas, es ella la que conecta con los distintos personajes, sus vivencias y el resto de actores que participan en la trama. También será a responsable de la investigación. Incluso la que tira de ese carro.

Al principio será lentamente, pero enseguida irá subiendo el ritmo hasta convertirse en un thriller psicológico en toda regla. No obstante, conocerlas no es empatizar con ellas, porque los temas de fondo que trata la novela son sórdidos hasta la extenuación: seremos testigos de lo que implica el sentimiento de pérdida, lo complicado que puede resultar sobreponerse a una tragedia como puede suponer el que te roben a un hijo cuando acaba de nacer prácticamente. Del sentimiento de culpa que se genera, pasando por los abusos sexuales, las relaciones tóxicas, lo complicadas que pueden llegar a ser las relaciones materno filiales o el peso de un secreto guardado durante demasiados años. Un secreto que trastoca tu vida, tu mente y tu salud mental, sin posibilidad de solución.


Y, de fondo, hay una crítica velada al mundo del periodismo. A cómo funciona en la actualidad, donde lo importante es generar enlaces sin piedad sobre temas superficiales, dejando lo importante al margen. Con Kate viviremos lo que es una investigación periodística a fondo, partiendo de una noticia inconsistente porque tanto el tiempo transcurrido como la falta de pistas lo ponen todo en contra. Pero ya se sabe que una periodista de raza nace y además se hace, porque el tiempo ayuda a que uno se especialice, aunque sea moviéndose en el alambre, sobrepasando límites.





Si alguien os dice que esta es una novela "de mujeres", os recomiendo que lo pongáis en cuarentena. Si bien es cierto que tiene a tres protagonistas espléndidas, el elenco masculino está a la altura. Obvio es que sobre ellas se cimenta la historia, pero ellos, aunque tengan menos peso, son esenciales. De hecho, son cualquier cosa menos arquetípicos. Te generarán todo tipo de sensaciones. Paul Simmonds te provocará ternura porque es capaz de aglutinar todo el amor que se puede profesar a una mujer, hasta el punto que ella llega a pensar, prácticamente a diario, que la debería haber dejado hace mucho tiempo y, sin embargo, sigue a su lado a pesar de lo complicado que es vivir con ella. 

Pero no solo son importantes los hombres a los que el drama de las protagonistas coge de cerca, sino que también los tendremos en el mundillo del periodismo. Con Joe Jackson descubriremos lo complicado que es hoy en día hacerse un hueco en este gremio, aún siendo hijo de una de las más famosas plumas del mundillo. Es becario en el Herald y se lo asignan a Kate. Tendrá que aprender a manejarse en el tú a tú, comprender a la gente y empatizar para poder meter la cabeza en cualquier investigación. Kate le dará la oportunidad, sin menospreciar sus habilidades con las nuevas tecnologías y el abanico de posibilidades que le brinda internet, donde se mueve como pez en el agua. Terry, el jefe de redacción, nos hará partícipes de la inestabilidad que sufre el sector y de los encajes de bolillos que hay que hacer con una plantilla menguada cuando lo único que prima son los clicks de las ediciones digitales. Viviremos en carne propia el triste destino de Gordon Willis, el compañero de fatigas de Kate en "Sucesos", que bien podía haber escogido el camino fácil que en su día eligió Colin Stubbs, que ahora trabaja en el departamento de prensa de Scotland Yard. Y así, unos cuantos más.


También merece mucho la pena por todo lo dicho, bien sea los temas que trata, por la intriga generada y por el estilo de la autora. ¿Se puede pedir más? Yo creo que no.
 


miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA ISLA DE LAS ÚLTIMAS VOCES, de Mikel Santiago



DATOS TÉCNICOS:

Título: LA ISLA DE LAS ÚLTIMAS VOCES
Autor: Mikel Santiago
Editorial: Ediciones B
Colección: La Trama
ISBN: 978-84-666-6408-0
Páginas: 554
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta






Tengo una estantería en casa a la que solo miro de soslayo. Procuro no detenerme cuando paso a su lado. Como si fuese un enemigo en potencia. Solo lo hago para limpiar el polvo, de higos a brevas, y para, cada equis meses, seguir acumulando libros. Todavía quedan huecos, es verdad, pero porque mide casi dos metros de ancho y va del suelo al techo. Ya os digo que procuro no mirarla, de puritita vergüenza que me da. Sin embargo, tengo memoria fotográfica y casi podría asegurar qué libros hay en ella, en qué estantes y el orden en que los he ido depositando. Para matarme, ¿verdad? Pues SÍ.

Pero no os voy a dar la brasa con mi falta de tiempo para leer todo lo que quiero y no puedo. Con esto solo quería decir que, aunque tengo las tres novelas de Mikel Santiago anteriores a esta, porque empecé a "coleccionarlas" cuando hará cosa de cuatro años Carmina leyó La última noche en Tremore Beach y me la recomendó encarecidamente, todavía no he leído ninguna de ellas, porque fueron a parar a la estantería de marras. Y ahí siguen, echándome en cara lo imbécil he sido por todo lo que me he perdido durante tanto tiempo.
Y por eso también, cuando me enteré que Mikel Santiago volvía a publicar, supe que había llegado el momento de dejar todo de lado y disfrutar con un libro que ya por su título, La isla de las últimas voces, ejercía sobre mí una atracción casi enfermiza.









Mikel Santiago (Portugalete, 1975). Comenzó escribiendo relatos y novelas cortas, autopublicándose y consiguiendo llegar a los primeros puestos en distintas plataformas:
- Historia de un crimen perfecto (2010).
- La isla de los cien ojos (2010).
- El perro negro (2012).
- Noche de Almas y otros relatos de terror (2013). 


Hasta la fecha, ha publicado las siguientes novelas:


- La última noche en Tremore Beach (Ediciones B, 2014).
- El mal camino (Ediciones B, 2015).
- El extraño verano de Tom Harvey (Ediciones B, 2017).
- La isla de las ultimas voces (Ediciones B, 2018).











Una isla perdida en el mar del Norte.

El temporal se cierne sobre St. Kilda y casi todos han huido en el último ferry. No quedan en la isla más de cincuenta personas, entre ellos Carmen, una mujer española que trabaja en el pequeño hotel local, y un puñado de pescadores. Serán ellos quienes encuentren un misterioso contenedor metálico junto a los acantilados.

Una extraña caja traída por las olas.

A través de unos personajes llenos de matices y secretos, atrapados en el corazón de la tormenta, Mikel Santiago nos plantea la pregunta que sobrevuela cada página de la novela...

¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para sobrevivir?










Como comentaba al principio, tenía muchas ganas de leer a Mikel Santiago por las buenísimas referencias que me habían dado de su obra. Sin embargo, cuando aparecieron las primeras reseñas de su opera prima, tuve mis dudas porque reconozco que cuando me mencionan la palabra "paranormal", el cerebro me hace click y pierdo todo el interés. Sin embargo, Carmina que me conoce bien, hizo que rompiese mis barreras al respecto. Quizás por ello, ante esta nueva novela y sabiendo que la palabrita de marras también iba a hacer acto de presencia, preferí obviarla y dejarme llevar por si me perdía una buena historia.

¿He dicho buena historia? Pues sí, pero me he quedado corta, porque La isla de las últimas voces más que una novela, es un novelón. Así, con todas las letras. Y voy a intentar explicar el por qué en tres sencillos pasos:

 1.- Una novela pasa a denominarse NOVELÓN (en mayúscula y negrita) cuando sus escenarios están tan perfectamente definidos que serías capaz de pasear por ellos con los ojos cerrados. La isla de las últimas voces es un buen ejemplo de ello. La acción transcurre en St. Kilda, una pequeña isla escocesa del Mar del Norte habitada por poco más de un centenar de personas que viven de la pesca o del turismo, en condiciones bastante precarias porque el mar cada vez da menos frutos y el turismo es más bien escaso.

Nos encontramos en los días previos a la navidad y la mayoría de los isleños han dejado el lugar para pasar estas fechas con sus familias. Al mal tiempo habitual, dadas las fechas en las que nos encontramos, se une una ciclogénesis de nombre Luzbel y apellido "La bestia negra" en la que el viento, la lluvia o el granizo se aliarán con el mal estado de la mar para complicarlo todo, por lo que el oleaje no permitirá que el Gigha, el ferry que hace el trayecto desde Thurso a St. Kilda, esté operativo. ¿Las consecuencias? que la isla se quedará incomunicada durante un tiempo por tierra, mar y aire.


Sin embargo, serán los tremendos los acontecimientos a los que asistiremos a lo largo de esta historia los que harán que conozcamos el enclave al dedillo: pasearemos por Corbett Hill para llegar al hotel Kirkwall y, desde allí, descenderemos por una de las faldas laterales para llegar al Faro de Monaghan, una torre de poco más de quince metros asentada sobre un promontorio; o bien cogeremos otro camino distinto para acercarnos a Layon Beach. Eso lo dejo a tu elección, aunque yo me decantaría mejor por caminar por las ruinas del antiguo monasterio y desde allí atravesar la "senda de los monjes" para acercarme a PortMaddock, donde se encuentra el puerto natural de la isla y así disfrutar de un panorama pintoresco en el que destaca un laberinto de lonjas, el muelle y los hangares donde ser llevan a cabo las distintas faenas portuarias. Otra opción sería subir a la Cumbre de Bealach Ba y observar el islote a tu antojo.


2.- Una novela pasa a denominarse NOVELÓN (en mayúscula y negrita) cuando sus personajes están perfectamente caracterizados, ya sean protagonistas o secundarios. La isla de las últimas voces es un buen ejemplo de ello. Por un lado, tenemos dos protagonistas excepcionales:

- Dave, un militar jocoso y experimentado que viaja en un avión en misión secreta junto a un grupo de científicos. Deben trasladar un container a un punto indeterminado que ni siquiera conocen. Pero nunca llegan, porque la casualidad hace que se vean envueltos en el temporal que asola St. Kilda cuando sobrevuelan la isla. El avión pierde el control y minutos después cae al mar junto con sus ocupantes. El soldado se convierte en el único superviviente gracias a un sueño premonitorio. Junto con la caja. A duras penas y haciendo acopio de valor y amor propio alcanza la costa, mientras la caja es rescatada por unos pescadores que consiguen remolcarla hasta el puerto.


- Carmen: Es un española entrada en la treintena que lleva unos meses afincada en la isla, a la que acudió respondiendo a un anuncio aparecido en la prensa mediante el cual se soliciba cubrir un puesto de trabajo en el único hotel de la localidad, regentado por una septuagenaria, Amelia Doyle, a la que la edad y una artrosis galopante han diezmado sus fuerzas  físicas, aunque la interior y su carácter, permanecen inalterables. Pero Carmen no llegó allí por casualidad, sino que lo hizo con el único fin escapar a sus propios demonios, en una huída hacia adelante, intentando esconder entre los riscos de ese inhóspito lugar el dolor que la atenaza, fruto de una tragedia que esconde en el alma y que no le permite ser feliz.


Ambos nos darán su versión particular de la situación. Dave lo hará en primera persona, con un lenguaje burlón y una actitud irónica en la mayoría de los casos, sobre todo cuando se trata de quitar hierro a las situaciones más perentorias y en el caso de Carmen en tercera persona, cambiando el registro de la prosa para hacerla más seria sin restarle desparpajo.


Sin embargo, no están solos, porque ya os decía que en lo concerniente a protagonistas y secundarios, La isla de las últimas voces en un novelón en toda regla y eso implica que veremos desfilar ante nuestros ojos a un elenco impresionante. De ese modo, nos encontraremos con unos pescadores a los que el hallazgo de "la caja" saca a relucir sus peores instintos. Liderados por McGrady, Ngar y los hermanos Lusk, sentirás que la aversión es lo más suave que se puede sentir por semejantes individuos; por no hablar de los profetas apocalípticos, capitaneados por Theresa Sheeran, que aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid para imponer una especie de ley marcial divina elaborada en base a sus creencias religiosas. Claro que también estarán ahí Bram -el artista local-, Didi -la gerente del café Moore- o Charlie -un ingeniero enviado desde Edimburgo meses antes para realizar un informe que en nada convence a los lugareños- para darnos un voto de confianza y mantener la esperanza.


3.- Una novela pasa a denominarse NOVELÓN (en mayúscula y negrita) cuando su trama es capaz de mantenerte en vilo desde la primera página hasta su conclusión y La isla de las últimas voces es un buen ejemplo de ello. ¿Qué qué ocurre para que así sea? Pues que es una novela tan adictiva como fascinante, pero que tendrás que descubrirla por ti mismo porque cuanto menos información sobre la historia recibas antes de abrir la novela, mejor. Y no seré yo quien te lo cuente.

Eso sí, te advierto que si te dicen que en cuanto a estilo la novela es sencilla y directa y se quedan con la espuma del mar, no lo creas. He visto en ella recursos literarios tan acertadísimos como para considerarla un NOVELÓN. Otra cosa es que quien no lo vea no haya sido capaz de percibirlos o el día que se explicaron en clase faltó al colegio.



jueves, 8 de noviembre de 2018

TALIÓN, de Santiago Díaz



DATOS TÉCNICOS:

Título: TALIÓN
Autor: Santiago Díaz
Editorial: Planeta
Colección: Autores Españoles e Iberoamericanos
ISBN: 978-84-08-18607-6
Páginas: 448
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta






El 24 de mayo salió a la venta Talión, la primera novela de Santiago Díaz y, pocos días después, le conocí en la Feria del Libro de Madrid. Lo primero que me chocó es que siendo nuevo en estas lides, consiguió que muchos lectores se acercaran a la caseta en la que estaba a comprar su libro, algo raro en esta feria tan particular donde lo normal es que muchos escritores de reconocido prestigio no vendan una escoba -o un libro, como es el caso- y que algunos intrusos -perdonarme el eufemismo- consigan que una multitud aguante la fila de rigor bajo un sol de justicia y así conseguir una firma que, posiblemente, sea lo único que escriban en su vida.

Y que conste que no tengo nada en contra de la Feria del Libro de Madrid, a la que he estado acudiendo año sí, año también, desde que no levantaba un palmo del suelo, porque me encanta, porque no entendería a esta ciudad, la mía, sin semejante evento. Pero este tipo de cosas no dejan de sorprenderme y forman parte de su "encanto", aunque a veces parezca un parque temático al que no le falta de nada, incluíd@s l@s típic@s list@s vestid@s de lunares que se cuelan en las casetas a hacerse la foto como si tuviesen patente de corso, mientras los demás esperan su turno. Cosas de la feria, quien la conoce, lo sabe.

Pero a lo que iba, esta anécdota, como decía al principio, me llamó la atención y me hizo tomar conciencia de que quizás, hoy en día, el boca-oreja sigue funcionando en el mundo de la literatura y que tras la brillante presentación de la novela, que tuvo como maestra de ceremonias y ferviente valedora a Sonsoles Ónega, nadie se podría resistir a vivir semejante historia.

Aún así, he tardado unos meses en leerla y eso sí, una vez leído el prólogo, no pude soltarla. ¿Queréis saber los motivos?.





Santiago Díaz Cortés (Madrid, 1971) nació escritor, solo que se ha pasado media vida disimulándolo. Por eso, durante un lustro estuvo trabajando en el Departamento de Ficción de Antena 3 Televisión desempeñando el puesto de Delegado de Contenidos para series como "Compañeros", "Un paso adelante", "Aquí no hay quien viva" o "Código Fuego", para luego ocuparse a tiempo completo en la escritura de guiones. Y así, durante más de dos décadas, ha trabajado para diferentes productoras y en un nutrido número de series famosas como "Hermanas", "El pasado es mañana", "Yo soy Bea", "El don de Alba" o "El secreto de Puente Viejo", de la que ha escrito casi 2.000 capítulos, si no los ha superado.

Talión es su primera novela y, como mantenga el nivel en las sucesivas entregas, que Dios nos coja confesados.




 
Marta Aguilera, una periodista comprometida con su oficio, recibe una noticia que cambiará su destino: un tumor amenaza su salud y apenas le quedan dos meses de vida. Sin nada que perder ni nadie a quien rendir cuentas, Marta siente que la realidad es un lugar amenazante y decide ocupar el tiempo que le queda impartiendo JUSTICIA.

En una carrera contrarreloj por su propia vida y contra la inquebrantable inspectora Daniela Gutiérrez, Marta Aguilera tratará de aplicar su particular ley del talión.




A lo largo de la vida y a medida que vamos creciendo, hay leyes que a los profanos en la materia nos van sonando más y más porque las vamos acumulando, bien en nuestras retinas, a base de leer la prensa, o bien en nuestro cerebro, porque la mente es caprichosa, como una niña malcriada. Aunque también las vamos olvidando, precisamente porque la cabeza no es un pozo sin fondo donde pueda caer todo, sino más bien selectiva. Sin embargo, si bien es cierto que la religión en nuestra cultura ha hecho mucho daño, me extraña que haya alguien que, llegado a la edad adulta, no conozca la  Ley del Talión. Puede que no sepa su origen, que sea incapaz de decir exactamente cada una de las frases que la componen, pero todo el mundo sabe, exactamente, qué significa. Es el principio por antonomasia de la venganza y a todos, en mayor o menor medida, nos hubiese gustado echar mano de ella en algún momento. Y por favor, que no se me ponga nadie estupendo apelando a cualquier principio moral universal e inquebrantable, porque ya escucho todos los días, en cualquier informativo o tertulia política a unos cuantos políticos trasnochados o a cualquier imitador por el estilo, contándome milongas.

Por eso, encontrarte como lector con un personaje como Marta Aguilera en las primeras páginas de este libro es canelita en rama, algo solo superable a sí misma cuando sigues leyendo, porque a medida que avanzas en la trama, se nos va redescubriendo, evolucionando, reinventando, y cuando terminas la novela, sabes que la vas a echar de menos por lo mucho que te ha hecho sentir, reflexionar y especular. Porque seguir la estela de la protagonista de esta novela es como caminar por el lado salvaje de la vida, que diría Lou Reed. Y no es eso lo malo, sino que Marta no está sola, porque los personajes que la rodean, como tal, son alucinantes, a la altura de ella.

Pero vayamos por partes, que no me quiero precipitar.
 

Antes que nada, considero imprescindible hablar de la estructura de esta novela, porque, de todas las posibles, entiendo que ha sido la más adecuada a lo que nos vamos a encontrar después. Y la más sencilla: consta de un prólogo, cuatro capítulos y un epílogo. Aparte estaría lo de siempre: una dedicatoria, la cita mencionada al principio de estas impresiones o los agradecimientos... vamos, lo normal en estos casos.

En el prólogo, utilizando la técnica narrativa denominada in extrema res, el autor nos sitúa casi al final de la historia, cuando está próxima a su desenlace. De ese modo, nos encontramos con la protagonista un día antes de que todo termine. O ni siquiera eso, porque la acción nos situa en la noche anterior, con Marta Aguilera viajando desde Hernani a Zarautz, camino de San Sebastián.

Y al prólogo le siguen cuatro capítulos, titulados cada uno de ellos con los nombres de dos de los personajes que los van a protagonizar: víctima y verdugo de cada una de las historias principales (Jonás y Lucía; Cornel y Nicoleta; Genaro y Eric, Amaya y Daniela).
 

Los conoceremos hasta la saciedad. Y quizás, por ello, la sensación final que percibas no será la más gratificante que recibas en mucho tiempo. Y no precisamente por culpa del autor, sino todo lo contrario: por el rigor, el esmero y la minuciosidad con que ha abordado la construcción de cada uno de los personajes. Porque conocerlos es odiar a una de las partes y sentir una conmiseración infinita por la otra. Y aborreces a los primeros porque por mucho que quieras apoyarte en que estás leyendo ficción, son tan reales como esos nombres o esas vidas que continuamente vemos que aparecen en las páginas de sucesos de muchos diarios. Precisamente, las que te hablan de los bajos instintos y las peores pasiones. Después, como diría Rick, siempre nos quedará el epílogo, como una herida lacerante que nunca deja de sangrar, porque no siempre los finales son felices, pero la mayoría -como en este caso- son los mejores porque Santiago Díaz ha seguido tocando su canción a lo largo de toda la trama con un ritmo endiablado, teniendo como punto de partida una melodía prodigiosa donde integra las distintas situaciones, pero que son percibidas como una sola entidad al equilibrar las distintas partes con un resultado simplemente perfecto y armonioso.


Ahora sí, empecemos por el principio (del libro), para poneros un poco el situación. 

Resulta que tras varios días con mareos y náuseas al levantarse, Marta Aguilera decide acudir a su médico de cabecera y trasladarle su malestar. Cuando empieza a enumerar los síntomas que viene soportando, el doctor encuentra algo que no le casa y decide remitirla a un especialista para que le realicen un TAC. Tras la prueba, realizada con urgencia, llega el fatal diagnóstico: tiene un tumor cerebral (en concreto, un glioblastoma multiforme de grado IV en estado avanzado), lo que traducido al lenguaje común significa que su esperanza de vida, a lo sumo, se reduce a un par de meses. Desde el estupor, Marta se deja aconsejar por el galeno y opta por un tratamiento a base antiepilépticos y corticoides (unos para evitar la aparición de crisis epilépticas y otros para reducir el edema cerebral), así como ayuda psicológica, porque la otra alternativa -quimio o radioterapia- puede empeorar su calidad de vida.

Y con ese panorama, mientras intenta asimilar la noticia, decide que, llegado el momento, se suicidará, pues no quiere sentir como se va deteriorando más y más. A fin de cuentas, vive sola, no tiene familia, ni arraigo, tan solo unas pocas amigas que no cree que la vayan a echar de menos y acaba de dejar a su novio. Solo tiene que encontrar la fórmula. En principio, empezará por dejar su trabajo, pues ya no tiene sentido y lo siguiente será gastarse todo su dinero: lo que tiene ahorrado y lo que pueda capitalizar. Para ello, recurre a la ayuda de un viejo amigo, Germán, que es consultor inmobiliario. Gracias a él conseguirá vender su vivienda en un tiempo récord, claro está que poniéndole un precio bastante apetitoso para cualquier comprador y alguna condición.

Entonces le surge el primer dilema que, imagino, brotaría en la conciencia de cualquiera que de golpe y porrazo se encontrase en la misma disyuntiva que ella: ¿qué ha hecho con su vida? ¿ha tenido algún sentido? Pero Marta no está para perder el tiempo y decide entonces que, a falta de justicia poética para lo suyo, acaba de encontrar un cometido por el que luchar y que va a emplear lo que le queda de vida en dejar este mundo mejor de como lo encontró y saldrá de él por la puerta grande, porque no teme las consecuencias. Y, de ese modo, se convertirá en una justiciera y, como tal, comenzará a repartir estopa allí donde la diosa de los ojos vendados no llega. A su manera y, sin pausa y con muchas prisas, tomará la iniciativa. 


Claro que, antes que nada y teniendo ya resuelta la cuestión económica, debe hacer acopio de recursos, empezando por los que le proporciona su profesión. Para ello, recurre a Elías Pardo, alias el Dos Napias, un confidente al que ha entrevistado en alguna ocasión como periodista de sucesos para proporcionarle información, ya que se dedica al tráfico de armas a pequeña escala. De hecho, el prenda trastea con pistolas nuevas -las menos- robadas en fábricas armas usadas procedentes de comisarias o almacenes de pruebas, aunque estas, como es natural, llevan asociados delitos de sangre. Suele parar en Los Mellizos, un bar situado en la colonia Marconi, en el barrio de Villaverde y es allí donde se dirige para comprarle una en principio, que después serán dos. Porque una justiciera, como comprenderéis, no solo tiene que serlo, sino parecerlo.

Y volverá a ser su profesión y algunos favores acumulados en la cuenta del "Debe" de alguno, lo que le posibilite el entrevistar a Jonás Bustos, un muchacho de veinticuatro años sospechoso de la violación y asesinato de una niña de siete. Aunque todo apunta a que es culpable, su abogado -y esos vericuetos que tiene la ley y que siempre parecen beneficiar a los mismos-, ha conseguido librarle de la prisión preventiva, a espera de juicio, mientras un clamor popular se desata en las inmediaciones del domicilio de la pequeña. Os pongo en antecedentes:

Alberto Abad supo que las cosas no iban bien en su casa cuando su mujer le llamó al trabajo, precisamente porque ella sabe que no puede molestarle por una nimiedad y mucho menos durante una reunión de trabajo, ya que en la fábrica se están haciendo ajustes y es mejor andar de perfil bajo. Por ello, cuando recibe la llamada, entra en pánico al saber que su hija, de tan solo siete años, ha desaparecido mientras jugaba en la calle. Y sale precipitado, como alma que lleva el diablo, hacia su domicilio en Alcorcón.

La noticia corre como la pólvora y cuando llega a su casa parece haber sido tomada por la policía y, en los alrededores, ya pululan unos cuantos periodistas ávidos de noticias. La niña tiene siete años y la carroña necesita carne fresca con la que abrir los noticiarios.


Y la sospecha se convierte en realidad cuando una pareja de deportistas hallan el cadáver de Lucía, que ha sido violada y estrangulada, en un pinar próximo a la carretera nacional II bastante alejado del domicilio de la niña.


El caso es asignado a la inspectora Daniela Gutierrez y todas las pistas apuntan a Jonás, pero Marta Aguilera decide aplicar la Ley del Talión.


En el caso de Cornel y Nicoleta la situación es distinta. La oportunidad llegó sin buscarla, inmediatamente después de lo sucedido con Jonás Bustos. Marta conoció a la rumana una noche, en los aledaños de la Gran Vía, de manera casual. Unos jóvenes intentaron atracar a la periodista, pero, con lo que no contaban, era con que ella les hiciera frente. No obstante, consiguieron herirla, pero la repentina aparición de la otra y su spray de pimienta fue provindencial. Después la llevó a su casa -vivía al lado- para curar sus heridas y entablaron una relación muy especial. Así es como Marta se enteró de que Nicoleta, a sus poco más de veinte años, era una prostituta experimentada sometida a los caprichos de un mafioso: Cornel. Y os puedo asegurar que conocer su historia es, cuanto menos, brutal de solemnidad. Por eso, cuando Marta decide tomar cartas en el asunto y aplicar la Ley del Talión, te dan ganas de aplaudir con las orejas. Y cuando deja una pista para que el caso también sea asignado a la inspectora Daniela Gutierrez, a pesar de haberse desarrollado en otra provincia, te das cuenta -si no lo has hecho en las primeras páginas-, de que te enfrentas a una protagonista de tronío.

Con Genaro y Eric la cosa es distinta. O quizás no. Pero sí, a qué engañarnos. Lo es en el sentido de que la historia se cocina a fuego lento; de hecho, Marta conoce a Eric cuando acaba de enterarse del mal que la aqueja y toma la determinación de dar un giro radical a su existencia. Además de renunciar a su empleo o vender su casa -como ya había comentado- también estaría el desvincularse de amigos, compañeros de trabajo y conocidos. Pues bien, es precisamente cuando invita a sus amigas a cenar con la excusa de que se va a tomar un año sabático e irse al extranjero para escribir un libro, cuando él aparece en escena. Eric es el camarero que las atiende. Días después, movida por un impulso, volverán a coincidir y Marta, casi por casualidad, se enterará de su drama. Una historia sórdida como pocas -y eso, teniendo en cuenta como han resultado ser las de Lucía y Nicoleta, es un plus-. Pero no por más escabrosa que resulte deja de ser fascinante, porque Santiago Díaz es capaz de crear un universo de personajes en torno a la figura de Genaro que te dejan para el arrastre mientras te pasea por las cloacas de la droga.


El último capítulo tiene como protagonistas a Amaya y Daniela. Sí, Daniela, la encargada de la investigación de los crímenes de Marta Aguilera, a la que la opinión pública ha bautizado desde el primer momento como "Talión" a falta de datos. La inspectora, a sus cincuenta y cuatro años y con más de treinta de servicio en la Brigada de Homicidios de la Policía Judicial, esconde un drama personal que ha marcado, como una condena encubierta, sus últimas dos décadas: veintidós años antes, mientras se encontraba con su familia en un centro comercial, ETA puso una bomba. Murieron su marido y su primogénito y tanto ella como el menor de sus hijos, de apenas un año, se salvaron. Desde ese momento se vió inmersa en una espiral de autodestrucción galopante. Al menos, eso sí, tuvo el buen criterio de poner al niño al cuidado de los abuelos, ya que apenas podía atenderlo y, entre copa y copa, su rabia se metabolizó en una sed inusitada de venganza hacia la responsable que había traído la desgracia a su casa. Amaya. Fue alimentando ese odio durante años, en secreto, hasta que casi le revienta en las manos cuando es su hijo, veintidós años después, quien quiere ocupar el puesto que su madre dejó vacío al ver que la culpable va a salir de prisión en breve.


La novela está narrada en primera persona por la protagonista y en tercera por un narrador omnisciente que, como tal, lo sabe todo de los personajes que aparecen en el relato y nos va detallando tanto las causas que les llevaron a ser como son como sus pensamientos más íntimos y su comportamiento posterior.

A través de Marta conoceremos aquellos aspectos de su vida que la marcaron, a su entorno familiar, a sus amistades o sus compañeros de trabajo. Desde su niñez hasta la actualidad. Veremos desfilar pasajes de su vida, escenas tremendas y otras triviales que nos ofrecerán la cara y la cruz de una mujer que aunque ni practica ni conoce la empatía, tiene un acusado sentido de la justicia. Y lo haremos en sentido inversamente proporcional a su existencia; es decir, desde el momento actual hasta aquellos días en que con tan solo cinco años su padre se marchó a la francesa, dejándola abandonada junto con su madre en la pequeña localidad donde nació.


Sin embargo, Talión no es simplemente una historia de venganzas, sino que el autor va mucho más allá y te involucra en la trama. A ti. ¡Tócate la peineta!. Es más, llega un momento en que te lo replanteas todo, incluso esa empatía primigenia que sientes por la protagonista y la cuestionarás, porque, a fin de cuentas, ¿quien es ella para decidir quien debe vivir o morir?. ¿No es acaso una asesina tan despiadada como esos verdugos a los que está convirtiendo en víctimas? Y todo se nos tambalea. Y la sensación es tremenda. Abrumadora. Y una gozada.  Porque es verdad que, a priori, a todos nos gustaría que este mundo estuviese más limpio y que hubiese un número proporcional de Martas Aguileras por metro cuadrado que se ocuparan de limpiar las calles de toda esa escoria humana a la que tantos derechos procesales asiste, mientras que las víctimas se quedan en el limbo de las injusticias, pero para eso debería estar la justicia y si lo que ocurre es que la leyes no funcionan, que las cambien.

Porque Marta no es un alma cándida. Eso lo tiene claro desde siempre. Y nosotros también. De hecho, es consciente de que es incapaz de sentir empatía por alguien, ni siquiera por su novio, al que acaba de dejar como se abandonan los zapatos viejos (Sabina dixit) o haber olvidado durante años a ese padre que la abandonó cuando tenía cinco años -lógico, por otro lado-. Si acaso, y digo solo si acaso, siente ternura, como la sintió en su día, por Dimas, un chico con síndrome de Down al que conoció en su infancia y del que se burlaban y humillaban los chicos del pueblo por ese motivo. De hecho, en un momento dado dice de él: «Es la única persona que conozco que todo lo hace con una sinceridad apabullante, sin resquicio de maldad», pero esto es una vez que recapitula sobre su vida y, quizás, esos accesos de ternura sean efectos colaterales de su enfermedad.

En fin, podría pasarme horas hablándote de esta novela, de su protagonista, del resto del elenco que la acompaña, pero... ¿no va siendo hora de que te pases por la librería y puedas disfrutarla tanto como yo?
 









¿Qué tiene Talión para que sea una novela fascinante? Todo y nada. Tiene unos personajes indelebles que difícilmente olvidarás; de hecho, estoy convencida de que a partir de ahora, para mí tomarme una revancha, si se da el caso, o una pequeña venganza, porque no me veo haciendo cosas extremas, ya que ni mi vida es tan compleja ni me da para tanto, será "hacerse un Aguilera" porque "talión" se ha convertido, para mí, en un sinónimo de su nombre. Pero repito, no es solo la protagonista, sino que el resto del elenco son impresionantes. Personajes de todo tipo, que te arañan el corazón en algunos casos, que aborreces hasta la saciedad en otros, sin ser arquetípicos. Porque todos tienen luces y sombras, pero un desarrollo espectacular.

Como trama, es exquisita, como todas las que llevan aparejadas una venganza, obvio. Pero hay formas y formas de venganzas, pero pocas en las que el autor consiga que te calces los zapatos de quien la lleva a cabo desde las primeras páginas para luego vapulearte continuamente a medida que el camino se hace más estrecho y que te haga dudar, que te haga cuestionártelo todo.

Y a esa trama hay que añadirle un ritmo endiablado, que te deja exhausto, porque todavía estás pensando en el lío del que acabas de salir, cuando ya estás en otro más complejo si cabe, que vale, que lo veías venir porque nada de lo que ocurre en esta historia es gratuito, porque cada detalle tiene su cometido, pero asimilarlo lleva su tiempo. Como lectora, ha sido una experiencia memorable. Adrenalina en estado puro. Por eso, cuando decía que la novela era fascinante por todo y por nada, era precisamente porque tiene todos los ingredientes necesarios que ha de tener una buena novela y nada en cuanto a trampas. Sí, trampas, esas cosillas que pasan en muchas novelas para que a un protagonista todo le venga rodado. De hecho, hubo un momento en que pensé que todo lo acaecido se podía enderezar y lo pasé mal, porque como me diesen un final feliz, el mosqueo hubiese sido supino, más allá de lo bien que me lo hubiese pasado, pero no. La novela tiene un desenlace de esos a los que solo le faltan los fuegos artificiales, los reales, saliendo de la última página, sí, pero también os digo que he visto tracas auténticas en las que han gastado menos pólvora que la que maneja Santiago Díaz para ponerle el broche a Talión para hacerlo glorioso.





miércoles, 31 de octubre de 2018

LOS CRÍMENES DE MITFORD, de Jessica Fellowes


DATOS TÉCNICOS:

Título: LOS CRÍMENES DE MITFORD
Autora: Jessica Fellowes
Traductora: Rosa Sanz
Editorial: Roca
Colección: Novela
ISBN: 978-84-17167-81-3
Páginas: 400
Presentación: Tapa dura con sobrecubierta






Corría el mes de junio cuando Andrea Tommasini, editor de Roca Internacional, me habló de esta novela y me propuso el llevar a cabo una Lectura Simultánea de la misma en Twitter. He de decir que, desde el primer momento, sentí un flechazo por ella. Y es que ¿quien es capaz de resistirse a un crimen envuelto en el misterio que se desarrolla en un tren en el Londres de 1920? Yo, desde luego que no. Y lo mejor vino después, cuando me habló de la autora y su relación con Downton Abbey, serie que he seguido durante temporadas y que me impresionó desde su estreno. Así que ya me diréis quien se iba a negar. Si a ello le añadímos que será la primera de una serie basada en las hermanas Mitford, personajes reales pertenecientes a una familia aristocrática emparentada con Winston Churchill y que fueron famosas, además de por su belleza, por muchas otras cualidades y no por este orden; de hecho, llegaron a decir de ellas que eran "las mujeres más bellas y enloquecidas de Inglaterra", así que imaginaos mi sorpresa, porque sin conocerlas de antemano, enseguida busqué información sobre sus biografías, que os aseguro que son de lo más fascinantes, en cualquiera de los casos.


Jessica Fellowes es escritora, periodista y conferenciante.

Conocida por ser la autora de cinco libros oficiales de Downton Abbey, gracias a ellas se consolidó como autora best seller de The New York Times y del Sunday Times. Anteriormente fue editora de Country Life y columnista para Mail on Sunday. Ha escrito numerosos artículos para medios como Daily Telegraph, The Guardian, The Sunday Times y The Lady. Como conferenciante ha asistido a numerosos eventos tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, así como varias apariciones en radio y en televisión. Vive en Londres y en Oxfordshire con su familia.

(Datos facilitados por la editorial).




Seis hermanas. Toda una vida de misterio. Una familia incomparable.

Estamos en 1919, y Louisa Cannon sueña con escapar de su vida de pobreza en Londres y, sobre todo, de su peligroso y opresivo tío.

La única salvación para Louisa es una posición dentro de la casa de los Mitford en Asthall Manor, en el campo de Oxfordshire. Allí se convertirá en institutriz, acompañante y confidente de las hermanas Mitford, especialmente de Nancy, de dieciséis años, una chica joven y mordaz, fantasiosa e imaginativa.

Sin embargo, una enfermera de nombre Florence Nightingale Shore, será asesinada en un tren a plena luz del día, y Louisa y Nancy se encontrarán envueltas en los crímenes de un asesino que hará cualquier cosa para ocultar su secreto.





Comienza el prólogo de la novela con una cita indispensable: la del 12 de enero de 1920. No es baladí, dado que ese día se produce un hecho relevante, hasta el punto de que casi toda la trama de la novela gira en torno a él.

Resulta que Florence Nightingale Shore, recién jubilada como enfermera de guerra y con cincuenta y cinco años recién cumplidos, tiene intención de retirarse e irse a vivir a la costa inglesa, pero antes de eso y para hacerse una composición de lugar, ha dedidido hacerle una visita de unos días a una vieja amiga -Rosa Peal-, que regenta un salón de té en Saint Leonards-on-Sea. Es por ello que se dirige a la estación Victoria para tormar un tren que la llevará, en principio, a Lewes, para continuar después hasta la localidad costera en la que vive su amiga. Sin embargo, nunca llegará a su destino. Será asesinada.


Y, a continuación, la autora nos mete en harina y nos traslada a unas semanas antes, justo a la víspera de navidad de 1919. Conoceremos a Louisa Cannon, una joven de dieciocho años que vive con su madre, lavandera de profesión, que desde que se quedó viuda se está dejando la vida en tales menesteres y de su tío Stephen Cannon, que se instaló en la casa tras el funeral del hermano y vive a costa de la precaria economía de las mujeres. Decir de él que es un botarate es quedarme corta, pero como lo único que se me ocurre para definirle  son los exabruptos más fuertes del diccionario, así que casi que os pongo un ejemplo para que os hagáis una idea de lo que es el presente de Louisa y el futuro que la espera a su lado.


Aprovechando que con las fiestas que se avencinan la gente sale a la calle a realizar sus compras navideñas, Louisa, coaccionada por su tío, se dedica mezclarse con la multitud y robar pequeñas cantidades de dinero a los más descuidados para dárselo a él. Lleva bastante tiempo haciéndolo y es incapaz de decírselo a su madre. Pero intentará salir del paso cuando descubre que su tío pretende ofrecérsela a distintos tipos para saldar de ese modo las deudas que tiene contraídas con ellos.



La salida se la brinda una vieja amiga de la infancia -Jennie- a quien la vida parece sonreirle. Se encuentra con ella, que va acompañada de Nancy Mitford, esa víspera de navidad a la que antes aludía, mientras pasea por el centro de Londres. Su amiga le cuenta que los padres de la chica andan buscando una niñera con urgencia y a Louisa se le abre el cielo, por lo que decide escribir a la residencia de los Mitford para ver si tiene una posibilidad.

Pero pasan los días y no obtiene respuesta. Y su tío decide poner en marcha su repugnante plan, hasta el punto de meterla en un taxi y de ahí en un tren con destino a Hastings, para que se acueste con un acreedor. En un forcejeo en el taxi descubre que del bolsillo del abrigo de su tío aflora una carta y como buena descuidera aprovecha la ocasión para hacerse con ella, pues teme que sea la respuesta largamente esperada. Claro que lo conseguirá una vez dentro del tren. No obstante, una vez que la tiene consigo, no duda es lanzarse a las vías del tren.


Unos agentes de la policía ferroviaria la ayudan a que se asee un poco y, aunque es un poco tarde para la entrevista fijada por los Mitford, acude igualmente a la mansión. Nancy la reconoce y consigue el empleo.


Al día siguiente, al leer el periódico, descubre que ella cogió el mismo tren que Florence Nightingale Shore. Y una serie de casualidades e imprevistos a lis que se añadirán la curiosidad innata de Nancy y la perseverancia de Louisa, harán que se disparen sus alarmas y decidan investigar.


Pues bien, esto sería a grandes rasgos la base del relato. Sin embargo, no vayáis a pensar que es la típica novela de misterio que busca como única opción descubrir un asesinato. No. Los crímenes de Mitford es mucho más que eso, porque en ella se dan cita unas características especiales; por un lado, podríamos hablar de novela costumbrista al estilo inglés. Es decir, podría poner la etiqueta que define este tipo de historia, pero me da pereza. Para que os hagáis una idea los amantes de las seríes, se correspondería con las del tipo Downton Abbey, Arriba y abajo o The Crown. O lo que es lo mismo, historias en las que el lector (o espectador) conoce todos los entresijos de lo que ocurre en una mansión aristocrática, tanto la parte que corresponde a los señores como a los miembros del servicio, siendo Louise el hilo conductor entre unos y otros.


Y, para rizar el rizo, el libro se ampara en personajes de carne y hueso para darle visos de realidad. Por un lado, tenemos a Florence Nightingale Shore, que realmente existió. Nació el  10 de enero de 1865 en Stamford, (condado de Lincolnshire, Inglaterra) y murió, tal y como se relata en la novela, el 12 de enero de 1920, después de ser hallada inconsciente en el compartimento de un tren que viajaba con destino a Sussex. Aunque fue trasladada a un hospital, no pudo sobrevivir a las violentas heridas que le propinó su asesino en la cabeza. Dedicó su vida a sanar enfermos, al igual que su tía, madrina y tocaya al heredar su nombre, la famosa Florence Nightingale, que transformó y modernizó el mundo de la enfermería. También es real tanto la situación en el andén que protagonizan Florence y Mabel Rogers que se describe en la novela. La segunda fue a despedir a la primera y eran amigas desde hace años.


Y, lógicamente, estarían las hermanas Mitford (o toda la familia), como ya adelanté al principio.




 

No sé si he sido lo suficientemente clara a la hora de explicar los motivos por los que me ha gustado tanto esta novela, pero intentaré concretarlos.

Es verdad que siempre me han gustado este tipo de relatos, tan british ellos y que tanto echo de menos a menudo. Esta novela, no podría ser de otro modo, es un firme exponente de lo que durante muchos años leía con fruición y, en alguna época, devoraba.


He de admitir que la autora consigue estar a la altura de los mejores en el género. Y lo hace por su esmero en las descripciones, ya sean de lugares o personajes (y los hay de todos los gustos, de todos los estratos sociales y de todas las condiciones) la ambientación es una delicia. Da igual que te describa un paisaje, una forma de vivir o los usos y costumbres de la época. Jessica Fellowes te hace soñar porque no repara en ningún detalle. De hecho, enseguida te pone en situación, te obliga a transitar por esas calles de Londres de 1920 donde se daban cita todas las clases sociales; o te lleva a la campiña inglesa, donde tienen su residencia los Mitford. 


Por no hablar de los temas que trata la novela, que son también muchos y variados. A fin de cuentas, estamos en un periodo de entre guerras, donde la sociedad sufre un cambio radical y no precisamente por la crisis económica que la situación conlleva y que Jessica Fellowes retrata a la perfección.


En definitiva, si la palabra crimen te altera las neuronas y esperas encontrar una novela de ritmo vertiginoso, no te acerques a ella. Sin embargo, si quieres recrearte con buenas descripciones, conocer una época y un entorno además de resolver un crimen, este es tu libro.