domingo, 8 de marzo de 2015

LOS PERROS SIEMPRE LADRAN AL ANOCHECER, de Andrés Pérez Domínguez



DATOS TÉCNICOS:

Título: LOS PERROS SIEMPRE LADRAN AL ANOCHECER
Autor: Andrés Pérez Domínguez
Editorial: Alianza Editorial
ISBN: 978-84-206-9700-0
Páginas: 168
Presentación: Rústica sin solapas




Creo que fue sobre el 9 de febrero cuando empezamos a comentar esta novela en Twitter, al hilo de la Lectura Simultánea organizada por Carmina, del blog De tinta en vena. En mi caso, aunque empecé a leerla ese mismo día, intenté demorarla todo lo que pude, para ver si de ese modo podía disfrutar de la sensación que produce el hecho de poder compartir una lectura con un buen número de personas que también lo hacen a su vez. Es un efecto con el que disfruto mucho, quizás porque tan sólo es la segunda vez en que participo de este tipo de iniciativas y considero que compartir percepciones es muy gratificante. No obstante, al tratarse de una novela tan corta, el efecto queda un poco diluido.




EL AUTOR:

Al tratarse de la primera novela que leo de Andrés Pérez Domínguez, he de admitir que tengo muy poca información sobre él. Si acaso, la que he encontrado en la contraportada del libro, donde nos dicen que nació en Sevilla, en 1969, que ha ganado varios precios (entre ellos el Premio Ateneo de Sevilla y el Primer Premio Iberoamericano de Novela Corta, “La Espiga dorada”, precisamente por esta novela.
Hasta la fecha, ha publicado las siguientes obras:

- La clave Pinner (2004).
- El factor Einstein (2008).
- El síndrome de Mowgli (2008).
- El violinista de Mauthasen (2009).
- El silencio de tu nombre (2012).
- Los perros siempre ladran al anochecer (2015).




ARGUMENTO:

Jorge, dibujante de tebeos y Clara, su esposa, acaban de trasladarse a vivir a una urbanización a las afueras de la ciudad y prácticamente en el campo, huyendo del piso donde han residido durante años al no poder soportar una coexistencia vecinal que les estaba empezando a resultar insufrible. Cuentan a su favor con la cálida bienvenida que les ofrecen sus nuevos vecinos, por lo que han decidido partir de cero, mostrando su mejor cara, aunque va a resultar complicado ocultar el secreto que ambos comparten ya que Clara no se encuentra en el mejor estado de ánimo posible y la realidad es la que es.  



IMPRESIONES:

Voy a intentar argumentar este apartado de “Impresiones” con la suficiente rotundidad como para no dejarme nada en el tintero, aunque una cosa es predicar y otra dar trigo, porque posiblemente no lo consiga, ya que Los perros siempre ladran al anochecer es una novela que me ha generado muchas sensaciones. Más de las que jamás me hubiese imaginado. 

Es verdad que teniendo prisa a la hora de reseñar porque me temo que he superado el plazo que me habían dado para hacerlo (desde aquí pido disculpas a la organizadora de la Lectura Simultánea porque he pasado unos días fatal con una gripe que ha degenerado en vete tú a saber qué y me ha dejado para el arrastre y sin conectarme a internet, cuanto menos al blog), quizás falle a la hora de enfocarla, pero partiendo de la base de que cuando decido leer una novela la hago mía y como tal la disfruto, bien podría salirme por la tangente, decir que me ha parecido una novela fantástica, que me ha tenido pegada a sus páginas por la intriga que el autor ha sabido imprimir en cada página y que, por todo ello, es una novela imprescindible. Lógicamente, hablar en esos términos me resultaría comodísimo, pero me engañaría a mi misma y lo que es peor, a aquellos que acostumbráis a leerme, línea a línea, párrafo a párrafo o a quienes los sortean como pueden por lo mucho que me extiendo a veces y acostumbran a plantarse directamente en el apartado “conclusiones” y eso que se ahorran.

Así que iré por partes, comentando tanto lo que me ha gustado como lo que no me ha convencido y dando mi punto de vista, siempre subjetivo, porque si algo me ha generado la lectura de esta novela es, precisamente, algunos detalles que entiendo que me han faltado.

Esta novela es mi primera incursión en la obra de Andrés Pérez Domínguez, algo que no sé si es una desventaja o todo lo contrario, pero como tengo entendido que el autor no es muy aficionado a repetir fórmulas y sus novelas no suelen parecerse en nada, ni en situaciones ni en recursos, está claro que el efecto sorpresa que el poso de su prosa ha dejado sobre mí se repetirá más a menudo, por lo que, tras haberle leído, he de decir que me encantará repetir con él.

Siempre he pensado que una novela debe seducir en las primeras páginas, luego la destreza del autor hará que todo vaya rodado para convertirse en una gran obra. Cuando se trata de una novela corta, como es el caso, la intriga debe anticiparse cuanto antes mejor. Y está claro que Andrés Pérez Domínguez sigue esta misma premisa, porque en la segunda página de su relato nos hace esta confesión:

“Tampoco hay demonios en esta historia. Ni gente rara. Los únicos que guardan un pasado oscuro en sus maletas somos nosotros, y quizá es de nosotros de quienes los vecinos han de tener miedo. Porque somos unos monstruos. Clara y yo, los dos, cada uno tiene su parte de culpa, pero entonces, la tarde que llegamos a la urbanización, todavía no lo sé. O, mejor, para ser sincero, debería decir que todavía no he querido reconocerlo, que me da miedo asumir la verdad, que quizá llevo engañándome mucho tiempo, mirando para otro lado porque no quiero ver mi mundo patas arriba”.

Y, para rematarlo, a continuación no nos queda otra opción que seguir leyendo, porque ya nos ha inoculado el virus de la curiosidad:

“…Pero todavía no sabemos que vamos a ser dos náufragos sin posibilidad de salvación cuando llegamos a nuestra nueva casa, que ya hemos perdido la batalla mucho antes quizá.”.

Como podéis comprobar por los dos párrafos anteriores, la novela está escrita en primera persona por uno de los dos protagonistas, Jorge (aunque desde mi punto de vista es “el protagonista”). Ya sabéis, porque lo he repetido en muchas ocasiones, que soy más partidaria de las novelas relatadas en tercera persona y, si es posible, por un narrador omnisciente que nos haga llegar todas las versiones de una misma situación porque conoce todo lo que piensan y hacen cada uno de los personajes y así nos los transmite. Por otro lado, es bien cierto que hay novelas cuyo mejor recurso, bien porque tengan carácter testimonial o por cualquier otra razón, es que están narradas en primera persona y cuando es así, me parece todo un acierto. Sin embargo, aunque creo entender lo que Andrés Pérez Domínguez pretende, a mi no me ha convencido.

Y digo que creo entender lo que pretende Andrés Pérez Domínguez porque a lo largo de las poco más de ciento sesenta páginas de extensión con las que cuenta el libro, más que leer me he sentado a escuchar lo que el protagonista quería contarme. Lo he sentido como ese amigo que un buen día queda contigo para tomar un café y te explica sus problemas más íntimos. He notado su cercanía y me ha hecho cómplice de todos sus secretos. O casi todos. Y una vez terminada la larga charla, no sólo he sentido la necesidad de llamar a su esposa, para que me contase su propia versión porque había unos cuantos detalles que no me cuadraban, sino que he sentido que su deslealtad para con ella era más que evidente a pesar del modo en muchas ocasiones revestía sus actos como si de un marido ejemplar se tratase.

Porque la historia que Jorge nos relata es de una sencillez conmovedora en cuento a los temas que trata: ninguno que no hayan exprimido cientos y cientos de escritores mucho antes que él y lo que vendrán y, sin embargo, bien por el enfoque, por el tono empleado a lo largo de la narración o por muchos otros detalles, el autor consigue atraparte. Son temas tan universales como los celos y los rumores y la combinación de ambos, aunque no coincidan en el tiempo, se retroalimentan a la hora de ofrecernos un perfil de Clara ciertamente desconcertante. Por eso quizás me ha dado tanto coraje llegar al final y encontrarme con un desenlace tan abierto. Quizás sea, o es lo que prefiero pensar, que el autor haya querido interactuar con nosotros a través de su personaje hasta en ese matiz, porque os puedo asegurar que ha conseguido que me metiese en su piel o calzase sus zapatos.

El orden de la novela no es lineal, sino que el autor se vale del recurso conocido como “in media res” para entrar de manera inmediata en la acción, sin presentaciones previas, a medio camino entre el pasado y el futuro, porque cuando el protagonista nos empieza a relatar su historia, coincide con el momento en que llegan a la urbanización una vez que acaban de abandonar el piso donde se consumó la tragedia. Todavía no sabe lo que les deparará el futuro (o eso nos dice), pero parece convencido de que está dispuesto a olvidar todo lo ocurrido en sus vidas hasta ese momento, escondido entre el equipaje y abandonarlo en el cuarto trastero hasta que llegue el momento en que sirva para alimentar la chimenea. Lógicamente, a medida que avanza la historia, lo hará contando tanto el devenir diario siguiendo un orden lineal como los hechos que dieron lugar a su situación actual, para ir acoplando las vivencias de la pareja, tanto juntos como por separado y que no nos parezcan historias deslavazadas.

El problema, para mi gusto, es que sólo parece dispuesto a olvidar para poder dar un nuevo giro a sus vidas, no que lo esté, porque a medida que nos pone en antecedentes de todo lo que pasó, lo hace eludiendo su responsabilidad en todo lo ocurrido. Siempre hay una justificación para su actitud, él nunca hace nada mal. Sin embargo, cuando según él su esposa tiene un encontronazo con una vecina por un ataque de celos –más o menos alimentados- él toma la determinación de abandonarla aprovechando el éxito cosechado en la editorial para la que trabaja y poner rumbo a América, ¿tierra de oportunidades?. Puedo entender que una persona se sienta incapaz de vivir con otra que es celosa, pero ¿abandonarla en el primer acceso? No lo entendí nunca y eso que yo no soportaría vivir con alguien en esas circunstancias si son reiteradas.

Sin embargo, siguen teniendo relación por la vía epistolar a la antigua usanza; es decir, recurriendo a las cartas manuscritas. Eso si, cuando Clara le informa que está embarazada no duda en volver con ella, pero con tranquilidad, no vaya a ser que se mosqueen con él en el curro dado que se ha comprometido con la editorial a estar unos meses allí y no va a ponerlo en peligro. Mientras, Clara aguanta los efectos de un rumor que se ha llegado a convertir en una auténtica amenaza en su comunidad de vecinos. Del encontronazo que tuvo casi ha surgido un  consejo de guerra con la consiguiente sentencia: barra libre de acoso moral por parte de todos. Y cuando él regresa definitivamente a casa, no hace nada por protegerla ni defenderla, sino que en cierto modo se hace eco de la plaga de improperios que contra ella se lanzan, llegándose a cuestionar qué parte de verdad encierran. De ahí que le haya considerado desleal y no haya podido creerme su historia. Por ello, cuando la acción se traslada al presente, su actitud me parece todavía más ingrata, más desafectada.






CONCLUSIONES:

Los perros siempre ladran al anochecer es una novela capaz de mantenerte en tensión a lo largo de todas sus páginas. No da respiro y, sin embargo, el tono en el que está escrita no parece pretenderlo, porque de esta novela, al igual que de su título, puedes hacer varias lecturas: tomártela al pie de la letra o como una metáfora o, simplemente, a lo largo de las pocas horas que la tengas en tus manos dada su extensión, pararte a meditar, cuestionarla y, en definitiva, tomártela como el testimonio de cualquier amigo que tiene la necesidad de contarte algo terrible que ha pasado en su vida. Cualquier opción es buena y cualquiera diferente. No obstante, siempre gratificantes.

Si a todo ello le añades que el lenguaje es sencillo y coloquial, accesible a cualquiera y que los diálogos, cuando aparecen y se da el caso, son muy fluidos, antes de que te des cuenta la habrás concluído y tu imaginación se pondrá en marcha porque, ante todo, es una historia que te hará meditar.