sábado, 21 de junio de 2014

TE QUIERO PORQUE ME DAS DE COMER, de David Llorente


DATOS PRÁCTICOS:


Título: TE QUIERO PORQUE ME DAS DE COMER
Autor: David Llorente
Editorial: Alrevés
ISBN: 978-84-15900-52-8                                       
Páginas: 320
Presentación: Tapa blanda con solapas




Allá por el mes de marzo, la editorial Alrevés se puso en contacto conmigo (a la vez que con un grupo de blogueros) para proponernos un “experimento” al alimón. Este consistía en leer la novela de la que a continuación os daré mis impresiones y mantener viva la llama sobre su lanzamiento en las redes sociales.

Lo bueno –al menos para mí- es que desde Alrevés se nos transmitía que entenderían que las reseñas podrían ser buenas o malas, positivas o negativas ante la obra (no es lo habitual, desde luego), dado que la novela es bastante peculiar en cuanto a forma y fondo. Y ahora, una vez terminada, os lo puedo asegurar: la sorpresa está garantizada desde la primera página y la pregunta que uno se formula ante ello es ¿pero qué invento es éste?.



EL AUTOR:

David Llorente (Madrid, 1973). Aunque en la actualidad y desde hace unos años reside en Praga, donde escribe, trabaja como profesor de lengua española y dirige un grupo de teatro en nuestra lengua, creció en Carabanchel, el barrio madrileño que es fuente de inspiración de esta novela.

Pero antes de llegar a la edición de Te quiero porque me das de comer, su bagaje literario comenzó a dar frutos en 1998, cuando cursaba Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y publicó Kira, galardonada con el Premio Francisco Umbral de novela corta ese mismo año. Más tarde, con El bufón, obtuvo el Premio de Narrativa Ramón J. Sender el año 2000.

En 2002 se marcha a vivir a Praga, donde escribe y publica Ofrezco morir en Praga, en 2008 y De la mano del hermano muerto, en 2011.

También ha escrito teatro, teniendo recopiladas algunas de sus obras en el libro Los árboles dormidos.

El héroe, 2004.
La última flecha de Cupido, 2005.
Una de miedo, 2006.
El manicomio, 2007.
Don Juan (versión 8.0), 2008.
Godot o la muerte no tiene la última palabra, 2009.


Aparte, sin recopilar, ha escrito las siguientes:
Gregor Samsa, 2010.
Cocoliche, 2011.
Las tres hijas de Krapp, 2011.
Roja Caperucita, 2012.
Los cisnes de Chernóbil, 2013. Premiada en el festival Studentská Thálie.



ARGUMENTO:

Maximiliano Luminaria siempre fue un alumno brillante, tanto en la escuela primaria, como en el instituto o la universidad. Cuando decidió estudiar Medicina, se convirtió en el mejor de su promoción y los hospitales se lo sortearon. Decidió trabajar como cirujano en el Hospital de Carabanchel, su barrio, en donde raro era el día en que sus vecinos no le felicitasen por haber salvado a algún miembro de su familia. Pero fuera del quirófano sus actividades eran cualquier cosa menos agradables…

Marcelo Saravia trabajaba como camarero en el restaurante de unos grandes almacenes, estaba casado y era más o menos feliz hasta que Greta Santamaría se cruzó en su vida. Se hicieron amantes y llegó un momento en que ella quiso más, hasta que la relación se deterioró. Pero él echó su vida a perder cuando se enteró que ella mantenía una nueva relación y los celos le llevaron a querer quitarle la vida a su compañero, dejándole inválido. La venganza le vino grande y destrozó su matrimonio. Desde entonces ha ejercido cualquier trabajo al margen de la Ley…

Estos dos personajes son sólo un ejemplo de los vecinos de un barrio de Madrid ¿quieres conocer al resto?




IMPRESIONES:

Como os decía al principio, conocí esta novela gracias a que la editorial me propuso participar en una iniciativa bastante curiosa, a caballo entre lo que entendemos como una lectura conjunta y un proceso de promoción en la misma línea, ya que las reseñas se tenían que publicar antes de la salida al mercado de la novela. Lo que más me llamó la atención es que la editorial daba por hecho el que entre los que participábamos apareciesen reseñas tanto positivas como negativas. Fue un alivio para mí, ya que no me gusta que intenten doblegar mi parecer de ninguna de las maneras por muy equivocada que pueda estar. No he podido leerlas todas, pues he terminado el libro hace apenas unos días y no quería que la opinión de otros me despejase la intriga del mismo. Una vez finalizado, sabiendo que iba a ser una de las últimas en publicar, me agobiaba la idea de repetirme con respecto al resto de blogueros. Eché un vistazo a algunas de ellas, leyendo en diagonal, aunque no pudo evitar fijarme en dos aspectos bastante recurrentes en la novela pero relacionados entre si que compartía con esos blogueros: la comparación con la novela de José Saramago Ensayo sobre la ceguera por tener una estructura similar.

Porque si bien en ambas novelas se da el caso de que la estructura resulta sorprendente y original, pareciendo que están mal escritas adrede en cuanto a que no hay párrafos, ni pausas, aun habiendo conversaciones entre los personajes o listas y listas de lo más dispares, además de contar con que no se conoce el significado del punto y aparte -excepto en el momento de cambiar de capítulo- o multitud de comas y dos puntos, entre otras. David Llorente rompe con los moldes, como antaño hizo el Premio Nobel y se aleja de la regla sintáctica. Para que os hagáis una idea, os dejo una muestra en el siguiente párrafo:

“…Digamos que el asesino utiliza a su víctima para narrar su historia, para dejar constancia de su relación con el mundo. Nieves Herrero en el programa De tú a tú entrevista a los padres de las niñas asesinadas en el crimen de Alcácer el mismo día en que aparecen los cadáveres. Segundo debate televisado entre Felipe González y José María Aznar, esta vez moderado por Luis Mariñas. España vence el festival de la OTI. Greta Santamaría, mientras caminaba por la calle (no podía coger el metro, no podía subirse al autobús: estaba demasiado excitada para estarse quieta), pensaba lo siguiente: uno no sabe la facilidad que tiene para matar hasta que no siente que quiere/debe hacerlo: el deseo de matar nace de algún lugar escondido entre las vísceras: las venas te queman: la sangre es ácida: el cerebro adormece todas las necesidades intelectuales: solamente piensa en matar:...”

Otra cosa en común con Saramago es que en esta novela nos encontramos con toda una colección de comportamientos a cual más degenerado y repugnante. Pocos personajes se pueden librar de esta clasificación y no me extrañaría que hubiese un centenar de ellos (he sido incapaz de contarlos), con más o menos relevancia.

A medida que vas leyendo te das cuenta de que su estilo es magnético y detallado, con tal cantidad de situaciones y personalidades que más de una vez te enreda sin compasión. Ininterrumpidamente te va ofreciendo información de manera simultánea de todo lo que ocurre en ese preciso instante, en cada una de las escenas (aunque en principio te parece incoherente porque precisamente no ves un orden lógico): desde un tratado sobre el comportamiento de los asesinos en serie a una receta de Champiñones al huevo, o bien ves aparecer personajes de manera incesante, que el autor refleja en principio de manera muy superficial pero que se van puliendo y evolucionando a medida que pasas páginas. A veces no vuelves a saber de ellos hasta pasados bastantes capítulos, otra vez su paseo por nuestros ojos dura unas líneas. Si a eso le añades el que constantemente el narrador parece estar interactuando contigo, que es capaz de hacer las preguntas que tú tienes en mente, que en la mayoría de los casos tienen respuesta y otras parece como si te mandase a paseo, imagínate, empiezas a sentir una especie de vértigo y la sensación de que no puedes dejar de leer a pesar de que desde el principio te sientes como un testigo mudo de un sinfín de miserias, que parten de un origen en principio normal y corriente y que con el paso del tiempo llegan a convertirse en una progresión ascendente de degeneración. Además la prosa es tan limpia, tan directa, que si sumamos la mezcla de recursos utilizados y tan impecablemente definidos, tenemos la sensación de encontrarnos ante un holograma.

Pero centrándome en la trama de la novela os diré que transcurre entre los años 1980 y 2003, en el madrileño barrio de Carabanchel. Serán lugares de excepción el Instituto de Bachillerato Sebastián Oller donde todos los años se suicida alguien y la Facultad de Medicina, donde se estrena el Asesino de la Moneda. Y es que Carabanchel, uno de los veintiún distritos en que administrativamente se divide Madrid, es el protagonista en la sombra, porque tiene de todo (mucho de malo, poco de bueno), según la novela: desde una cárcel inaugurada en 1944 para dar “cobijo” a los presos políticos del franquismo, hasta que con la amnistía de 1977 estos fueron restituidos por presos comunes hasta que cerró sus puertas y su posterior derribo en 2008, al mayor cementerio de la ciudad, un bosque de sepulcros en el que para encontrar uno en concreto hay que ir en coche porque es enorme. O el Poblado de la Jauja, un núcleo de chabolas y viviendas prefabricadas en el que sus habitantes se dedican a la venta de droga, convirtiendo a Carabanchel en un trasiego descomunal de toxicómanos que generan todo tipo de problemas, ya que atentan contra la seguridad ciudadana.

El Instituto de Bachillerato Sebastián Oller es un pozo de atrocidades. Su profesorado es cualquier cosa menos modélico. Entre otros, podemos encontrar todo un abanico de delincuentes, desde Mariano Cillán (psicópata), Benigno Ocaña (asesino en serie), Úrsula García (envenenadora) o Iván Berges (violador), por no hablar de Delia de Andrés la profesora de Historia, que como consecuencia de una depresión por la muerte de su hijo comenzó a gestar un odio inusitado por sus alumnos o Carlos, un maestro que prefiere estar sentado para dar sus clases y de paso verle las bragas a las niñas. Eso sin contar con sus habituales “convivencias” en las que aprovecha para abusar de ellas. Vamos, que desde la directora hasta el último contratado, son todos un dechado de virtudes.

Y también es en Carabanchel donde nos encontramos con el protagonista principal, Maximiliano Luminaria, al que conocemos desde su niñez. Llegamos a empatizar con él al principio, claro está, y sentirle como una víctima de la maldad. Nació en 1971 y desde pequeño fue muy débil. A eso habría que añadir que en lo físico parece como si todos los defectos físicos se hubiesen confabulado para agruparse en su persona. En el colegio todos los niños se cebaron con él: le daban capones hasta hacerle sangrar y le escupían. En el instituto no le fue mejor en lo social, pero en el terreno académico era un prodigio. Cuando llegó la selectividad sacó la mejor nota de todo el país y se inclinó por estudiar Medicina, para convertirse en el mirlo blanco que todos los hospitales se sortearon para contratarlo al convertirse en el mejor cirujano entre los recién doctorados. Optó por trabajar en el Hospital de Carabanchel, su barrio de siempre y donde sus vecinos le demostraban a diario su afecto, ya que raro era que no hubiese salvado de una muerte segura a algún miembro de cualquier familia. Otra cosa diferente era su vida personal lejos del hospital… donde lamentablemente no había cura para su mal.

Otro ejemplar digno de ser mencionado es Marcelo Saravia. Cuando le conocemos trabaja como camarero en el restaurante de Galerías Preciados de Callao. Conocía de vista a Greta Santamaría ya que todos los días, casi de madrugada, ambos coincidían en la estación de metro de Urgel para ir a sus respectivos trabajos. Pero la relación se estableció el día en que ella decidió ir a comer a los grandes almacenes y antes de pagar dejar su número de teléfono en la servilleta. Al día siguiente se hicieron amantes (él estaba casado) y tres veces por semana retozaban en la pensión La Cigüeña. Pero a ella le dio por querer algo más que él no estuvo dispuesto a dar –eso que suele ocurrir a todas las amantes que no aceptan ser “la otra”-, por lo que Greta se cansó de la relación y encontró a otra persona que la hizo feliz. Los celos entonces devoraron a Marcelo y un buen día siguió al novio de su ex-amante y le empujó ante las vías del metro, dejándole paralítico. En la investigación policial que se lleva al efecto Greta le reconoce cuando la enseñan unas imágenes captadas por las cámaras del agresor y decide complicarle la vida más de lo que él se hubiese imaginado nunca.

Así, hilvanando unos personajes con otros o distintas circunstancias, iremos formando un puzle cuyas piezas en principio estaban demasiado dispersas. Conoceremos en primera persona al Asesino de la Moneda y su modus operandi, asistiremos a sus treinta y tres asesinatos sin importarnos especialmente si en algún momento conseguirán cazarlo, porque la historia del policía encargado de la investigación también tiene tela marinera. Pero no es el único psicópata con el que nos encontraremos, ya que en Carabanchel se dan cita toda clase de mafiosos, pederastas, yonkis, macarras… incluso los perros son asesinos. Es más, si no fuera porque conozco el barrio donde transcurre la acción, pensaría que es un agujero negro de la zona sur de Madrid, en el margen derecho del Manzanares que no conviene visitar bajo ningún concepto.

Para concluir, os diré que como toda buena novela, Te quiero porque me das de comer es como una roca con diferentes capas de colores que van del gris al negro. Puedes, si quieres, quedarte en la más superficial y tomarte la historia como una novela negra al uso: dado que desde el principio conocemos al asesino en serie, sólo nos resta esperar a que el detective Casimiro Bacells le descubra, algo complicado porque sus crímenes siempre son perfectos; o puedes maravillarte ante las diferentes capas de maldad que pueden existir sin que seamos conscientes a pesar de convivir con ellas, porque quizás ante nuestros vecinos o conocidos solo somos una fachada y aun siendo conscientes de los indicios, ignoramos en qué se cimentan. Porque, a fin de cuentas, estamos acostumbrados a regirnos por una serie de normas que constituyen lo que llamamos sociedad y damos por hecho que cumplirlas nos protegen de los conflictos, por eso es tan fácil tratar a cualquier psicópata como a otra persona normal en un mundo de falsas apariencias y nos percatamos asombrados de ello cuando conocemos sus alicientes, pensamientos y su conducta.




CONCLUSIONES:


Te quiero porque me das de comer es una novela arriesgada tanto para el escritor -porque se aparta de todos los arquetipos conocidos en el género- como para el lector, que en un primer momento puede sentirse perdido, que puede gustarte o no, pero si lo hace, es de manera radical, sin medias tintas. Todo es sórdido hasta dejarte sin resuello, no en vano te permite inmiscuirte en la mente del psicópata y conocer las etapas por las que va pasando y entender las razones que le llevan a ello. Eso sí, te engancha de tal modo que no puedes dejar de leer.