miércoles, 21 de septiembre de 2011

DESDE MI CIELO

DATOS TÉCNICOS:

Título: Desde mi cielo
Título original: The Lovely Bones
Autora: Alice Sebold
Editorial: Mondadori
ISBN: 978-84-397-0979-4
Páginas: 327



ARGUMENTO

“Me llamo Salmón, como el pez; de nombre Susie. Tenía catorce años cuando me asesinaron el 6 de diciembre de 1973” (capítulo 1, página 11). Con esta frase comienza la historia de la protagonista, pero también la de su familia y la de aquellas personas que de una manera u otra participaron en su vida y en su muerte. A lo largo de 327 páginas, Susie narrará en primera persona, los sucesos anteriores y posteriores a su fallecimiento, desde su cielo, un lugar de tránsito que ella puede personalizar a su antojo porque en este lugar basta con desear algo con convencimiento y vehemencia para que este anhelo sea concedido tal y como lo imaginas. Y en este cielo, además, contará con la ayuda inestimable de una consejera –Franny- y una amiga con la que comparte afinidades –Holly- que murió el mismo día que ella.

De esta manera y dada su escasa experiencia vital, vivirá en un dúplex con vistas a un parque (ya que en la Tierra detestaba el tipo de vivienda en la que residía con su familia: un adosado de dos plantas), irá al instituto, aunque sólo a la clase de arte y no habrá profesores y en vez de libros de texto, leerá revistas de moda. En apariencia, todo parece perfecto, excepto que con el paso de los días la niña comprenderá que su deseo más ferviente es que quiere seguir creciendo y eso es imposible. La embargará entonces una profunda nostalgia. Sin embargo, descubre una actividad a la que dedicará la mayor parte de su tiempo: observar a los vivos para, de alguna manera, cambiar la vida de los suyos y si está en su mano, la de su asesino.

Así, como espectadora de excepción, verá como se deteriora la relación de sus padres, la lucha de su hermana por sobrevivir a la tragedia, la dificultad de su hermano de cuatro años para entender su marcha, el intenso dolor de sus amigos y conocidos y las pesquisas policiales que parece que nunca llegan a buen puerto, aunque ella celebrará las sospechas primeras de su padre hacia el vecino y el apoyo posterior de su hermana que lo corrobora aportando pruebas a la investigación.


IMPRESIONES:

Llegué a esta novela por la curiosidad que me suscitó una reseña que leí hace mucho tiempo. En ella, la protagonista había muerto, pero también era ella quien relataba en primera persona como narradora omnisciente lo que había ocurrido y lo que ocurriese de ahí en adelante. Tengo que admitir que la idea me pareció original y creo que hay muy pocos ejemplos al respecto –me vino a la mente, en principio, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, pero la historia va por otros derroteros-. También es verdad que teniendo en cuenta el argumento de la novela, temía una historia en cierta medida desagradable amparada en la dureza de los hechos, con una trama simplona y que con la ayuda del marketing y la publicidad había logrado colarse en las listas de los más vendidos. Pero no, nada más lejos de la realidad, la autora en vez de centrarse en los detalles morbosos, pasa por ellos con delicadeza y compasión. Por eso, si alguien se decide a leer este libro, que no piense que es deprimente o desmoralizador, porque no lo es en absoluto. Muy al contrario, es una historia sobre el amor a la vida y que nos enseña a mantener las ilusiones.

En primer lugar, quiero destacar que el gran acierto de Alice Sebold en esta novela es la manera con la que consigue crear un ambiente especial, prácticamente espectral, debido en gran medida a la fórmula ya comentada anteriormente de la narración omnisciente, ya que Susie no solo nos cuenta lo que ve, sino que también nos transmite los sentimientos y sensaciones de cada personaje. Incluso puede hacer notar su presencia a sus seres queridos y que ellos lo asuman como la consecuencia de un anhelo propio y por lo tanto, natural.

Pero también es verdad que la novela, en ocasiones, se hace lenta. Para que os hagáis una idea, la mitad del libro se ocupa en dirimir el primer año desde la muerte de Susie, mientras que en la otra mitad, se suceden los meses y los años con una rapidez inusitada. De la primera parte me sorprendió la manera de utilizar los tiempos, saltando del presente al pasado con sencillez, aparentando la espontaneidad de una niña y eso me parece digno de admiración. Pero también es verdad que la lectura se frena en exceso con demasiadas explicaciones pormenorizadas, consiguiendo que algunos acontecimientos nos resulten banales, a pesar de que si nos paramos a pensarlo, la vida real está llena de nimiedades, del mismo modo que se excede con algunas descripciones innecesarias.

Aunque su calidad literaria es cuestionable, tampoco es que sea mediocre. El problema posiblemente está en que la idea en sí en muy buena y rebasa la aptitud narrativa de la novelista. Sin embargo, los personajes (excepto el asesino que es calcado a cualquier degenerado a los que estamos acostumbrados a ver en cualquier película de asesinos psicópatas) están muy bien definidos. Por un lado están los padres que afrontan la tragedia desde una perspectiva diferente: mientras uno lucha por no caer en una depresión y se obsesiona por desenmascarar a la persona de quien sospecha, la madre huye, para no enfrentarse al sufrimiento. O Lindsey, que intenta por todo los medios independizarse de la reacción que genera en los demás, que la ven como el reflejo de su hermana mayor; o Buckley, que con tan sólo cuatro años tiene que asumir la desdicha que asola a su familia, convirtiéndose tras la marcha de su madre en el principal apoyo de su padre. Y otros tantos personajes secundarios con personalidades de lo más interesantes.

Un asunto que me ha chirriado bastante es el referente a la parte policial. Creo que la autora no ha sabido resolverlo y eso que lo tenía bastante fácil. Por un lado, puedo entender que Sebold quiera demorar la resolución del asesinato, porque es normal que una vez que se hace justicia, la familia afectada suele tender a restablecerse del luto y consecuentemente, las aguas vuelven a su cauce, pero que la dilación sea a costa de presentarnos a unos policías que son unos incompetentes de libro me parece increíble. El padre, por ejemplo, enseguida sospecha del vecino (también del que podría ser el novio de su hija, pero inmediatamente se comprueba que es imposible porque tiene una coartada inapelable) e informa al agente encargado de la investigación, pero éste, en vez de comprobar algo, como en el caso anterior, se limita a dar por bueno lo que el sospechoso cuenta. Y no estamos hablando de un crimen cometido en la antigüedad, sino en 1973, con el agravante de que la historia se demora bastantes años más. Por poner un par de ejemplos, ¿no es surrealista que tengan que pasar unos cuantos años para que se enteren de que el asesino utilizaba un nombre falso? ¿O que en cada ocasión aludiese a su difunta esposa con un nombre diferente?

Con respecto al desenlace, desde mi punto de vista es, cuanto menos, curioso, como si la autora quisiera dar a cada personaje lo que se merece desde el cariño. No quiero, ni debo, adelantar nada, pero incluso el final del asesino es bastante original y salva en cierta medida el aspecto policial que como ya dije, está mal planteado y como tal dejaba pocas salidas dignas.



CONCLUSIÓN FINAL:

Sin lugar a dudas, una lectura interesante, con un argumento de lo más original donde se ha evitado la crudeza y el morbo para centrarse en lo puramente sentimental.



viernes, 16 de septiembre de 2011

EITANA, LA ESCLAVA JUDÍA, de Javier Arias Artacho

DATOS TÉCNICOS:
Título: Eitana, la esclava judía
Autor: Javier Arias Artacho
Editorial: Martínez Roca
ISBN: 9788427037410
Páginas: 384


EL AUTOR:  

Fuente: http://www.javierariasartacho.es

Javier Arias Artacho nació en 1972 en Barcelona, aunque residió durante muchos años en el país que considera adoptivo: Argentina. Es licenciado en Filología Hispánica y Diplomado en Ciencias Religiosas.

Está casado y tiene tres hijas, y dirime su tiempo entre su familia, la literatura y la enseñanza. Actualmente, ejerce como profesor de Secundaria y Bachillerato en el centro María Inmaculada de Carcaixent (Valencia) y en la Universidad Católica San Vicente Mártir.
La proximidad a sus alumnos le ha enseñado a entenderlos mejor y a descubrir sus verdaderas inquietudes. De sus experiencias, manan muchos proyectos literarios, y especialmente a todos ellos van dedicados sus dos últimos trabajos.

En 1996 publicó su primera novela, Más allá del recuerdo, en la extinguida editorial Tetragrama, pero no será hasta el 2007 cuando aparezca su primer proyecto editorial serio: Las lecciones del mar (Ed. Brosquil). Al año siguiente, en el 2008, su carrera literaria se verá reforzada por la publicación de Náufragos (Planeta & Oxford), con una gran acogida en el mundo de la educación y ya por su tercera edición ahora con el sello Oxford. Entre septiembre y octubre de 2009, fueron publicadas sus dos última novelas: La sombra de Masada (Ed. LibrosLibres) y Argentina, un sueño extinguido (Ed. Baile del Sol).

El 17 de mayo de 2011, salió al mercado su último proyecto, una novela histórica sobre una esclava judía lanzada con una promoción bestseller por Martínez Roca (Grupo Planeta), titulada Eitana, la esclava judía.


ARGUMENTO:

La vida de Eitana dio un giro de trescientos sesenta grados un aciago día de verano. Corría el mes de siván del año 54 de nuestra era (noveno mes del calendario hebreo y tercero según el orden bíblico) y contaba con trece años. Una vecina se presentó en su casa a primera hora de la mañana en busca de su madre y a juzgar por el tono y la expresión de ambas que hablaban entre susurros, Eitana pudo advertir que el asunto que trataban era de extrema gravedad. Poco después la madre abandonó la vivienda, dejándola junto con su hermano mayor al cuidado de los pequeños.

Resulta que la tarde anterior su padre y su tío regresaban de la siega junto a un grupo de jornaleros cuando, en el horizonte, otearon las figuras de unos soldados. El miedo hizo que se agazaparan en un recodo del camino, lo que les permitió, a medida que se iban aproximando, comprobar que se trataba de cinco soldados y un centurión y entonces afloró el odio provocado por la situación de acoso y sometimiento que vivía la población de Julias y dada su posición de mayoría numérica, optaron por atacar a los romanos, sin reparar en su poca o nula experiencia en estas lides. Y el resultado fue una tremenda carnicería en la que murieron la mayoría de los judíos, algunos huyeron y dos hombres fueron apresados: uno de ellos era el padre de Eitana. Los romanos, como era habitual en estos casos, decidieron aplicar un castigo ejemplar y crucificaron a los supervivientes colocándolos a la entrada de la ciudad.

Cuando una hora después su progenitora regresó al domicilio familiar y Eitana se enteró de la triste realidad, la cólera y la confusión hicieron mella en la niña, llevándola a tomar una decisión que lamentaría en adelante. Haciendo caso omiso a los ruegos de su madre, salió de la vivienda dispuesta a comprobar con sus propios ojos lo que su madre acababa de relatar y apresuradamente  se dirigió al lugar donde su padre se encontraba agonizando. Cuando se encontró frente a él, en lugar proceder con falsa prudencia, como ella entendía que actuó su madre,  se arrodilló bajo la cruz donde su padre agonizaba. Tampoco atendió la súplicas de éste para que abandonara el lugar, hasta que uno de los soldados la ordenó que se marchara, a lo que Eitana respondió con patadas e insultos. Lógicamente, el agravio tuvo consecuencias y la muchacha fue detenida y llevada al tribuno Publio Lucilio. En aquel momento, justo antes de morir, su padre pronunció sus últimas palabras, que jamás olvidaría: “Nunca dejes de luchar, Eitana. Sé fuerte. No lo olvides, sé fuerte” (página 20).


Y de ese modo tan trágico, Eitana enterró su infancia y comenzó su suplicio particular. Desde Julias fue trasladada a Cesarea junto a otros prisioneros. El camino fue una tortura, aunque a la niña no le faltó la energía para resistirse a su destino y se negaba a obedecer las órdenes de los legionarios, dando lugar a que el tribuno decidiese maniatarla, sujetando la soga a su caballo. De esta manera entró en la ciudad, donde se encontraban los cuarteles de la X Legión, arrastrada contra la calzada y malherida.

Una vez en la fortaleza, el tribuno Marcus Julius se fijó en ella e intuyendo el destino que la esperaba, se la compró a Publio Lucilio. Dos días después, partieron hacia Roma. Eitana fue consciente enseguida de que su suerte había cambiado gracias al trato que la dispensaba su nuevo amo y se resignó a su sino. Durante el trayecto se ocupó de las comidas y el aseo personal de Marcius Julius y gozó de cierta libertad. Pocos días después el tribuno enfermó de fiebres y la niña lo cuidó con entrega absoluta. La encerraron con él en su camarote, temiendo un posible contagio, pero día a día fue empeorando, hasta que él mismo, consciente de su gravedad, le pidió que cogiese su anillo y que a su llegada a Roma se fuese directamente a Capua, a la villa de los Julius y que transmitiese a su esposa un mensaje que debía memorizar: “No ha habido ocaso que haya dejado de pensar en ella” (página 38). Sería su salvoconducto para una nueva vida, pues su mujer no dudaría en ayudarla. Acto seguido murió y diligentemente se ocupó de asearlo y amortajarlo para después, con la única ayuda de un marinero, lanzarlo al mar. A continuación la encadenaron en el almacén de la nave hasta su llegada a Roma.

Nada más abandonar el barco, el ayudante del tribuno se hizo cargo de ella y se dirigió al mercado, donde la vendió como una esclava común a un mercader. Al día siguiente salió a subasta y fue comprada por el sirio Efrén, un antiguo gladiador que trabajaba como hombre de confianza y guardaespaldas del Juez Claudio Ulpio, para el servicio de este último. En la residencia del juez conoció a Doma y Dolcina, dos esclavas con un pasado a cual más trágico que la enseñaron a manejarse en su nueva vida e intentaron, no siempre con éxito, moldear su carácter. También la iniciaron en las costumbres religiosas y supersticiones que imperaban en la capital del imperio y en la propia casa, que vivía inmersa en un halo de misterio por la incertidumbre que provocó la muerte de la hija y la esposa del juez, como consecuencia de sus actos, aunque de poco sirvió porque Eitana se mantuvo fiel a sus creencias, confianza únicamente en Yahvé. La ayudaron cuando Ulpio, un déspota integral, decidió tomarla, con tan poco acierto que la aventura carnal terminó de forma violenta, hasta el punto que la niña estuvo a punto de perder la vida. Aún así Eitana, asumiendo su condición, soportará estoicamente la situación y acabará sometiéndose a los caprichos del juez.

Pero como la vida de Eitana no fue precisamente un camino de rosas, sino que desde que salió de Betsaida estuvo plagada de adversidades, de nuevo y sin avisar, la mala fortuna volvió a cebarse otra vez en ella. Una noche, en la que Publio Lucilio celebró un banquete para agasajar a algunos juristas, senadores y personas influyentes, la esposa de uno de ellos se sintió indispuesta y el juez le pidió a Eitana que fuese a buscar a Didico, el médico. No le encontró en su domicilio y para no demorarse más de la cuenta, deshizo el camino de regreso por un atajo. Fue asaltada y violada por el guardia de la finca donde residía el médico, pero nunca dijo nada a nadie hasta que unos meses después se percató de que estaba embarazada y que tanto su vida como la del niño que llevaba en sus entrañas corrían peligro. Cuando el juez se enteró de ello le propinó una paliza, aún así el niño nació a principios del mes de marzo del año 58 e inmediatamente se lo quitaron, siguiendo las instrucciones de Claudio Ulpio para ser abandonado.

Desde ese momento, la vida de Eitana dió un giro espectacular, gracias a la ayuda de Didico, el médico al que fue a buscar el día de su violación, que la ayudará no sólo en lo físico, sino en lo emocional. La muchacha comprendió el verdadero significado de la libertad y luchará por ella, aunque para ello tenga que perder la vida en el intento. Huirá de la casa del juez y con la ayuda de Efrén localizará a su hijo; se convertirá en una amanuense y, sobre todo, aprenderá a ser libre…

 

IMPRESIONES:
Hace bastante tiempo que sigo el blog de Laky, ya que sus reseñas siempre me han parecido muy interesantes y suelo compartir sus gustos. El caso es que un buen día del mes de agosto pasado me dió por hacerme mi primer blog y me encontré con la sorpresa de que Laky organizaba una lectura conjunta. No sabía ni moverme por estos mundos, pero como la sinopsis del libro que planteaba me atrajo desde el primer momento, decidí apuntarme, contando con la inestimable ayuda de la organizadora en todo momento. Días después me puse en contacto con el autor, una persona admirable, y me hice con un ejemplar que me facilitó la editorial. La experiencia ha sido fantástica y no dudo en repetirla.

El libro se divide en tres partes: Tiempo de sufrir, Tiempo de crecer y Tiempo de aceptar, que a mi me ha recordado el famoso soliloquio del Libro de Eclesiastés, aquel en el que se decía: “Hay un tiempo para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: Un tiempo par nacer y un tiempo para morir…”. Escrito en tercera persona, el estilo es sobrio, con abundancia de diálogos que le confieren agilidad y ritmo a la lectura. A esto habría que añadir que el lenguaje es conciso y muy cuidado, hasta el punto de que quiero destacar una serie de detalles que me han sorprendido muy gratamente. Por un lado, el uso del latín en momentos puntuales. Me parece un gran acierto y si por lo que sea, no conoces nada de esta lengua, no se necesita un conocimiento previo (mis nociones son básicas y he entendido todo sin problemas), aunque no hubiese estado de más poner alguna nota al pie o un glosario, aunque me reitero en que no es necesario. Para que os hagáis una idea: la casa del juez, el “dominus”, se denomina continuamente “Domus” o la esposa del juez, la “domina” y así un amplio repertorio. Por otro, el tiempo en el que se desarrollan algunas secuencias; es decir, no me refiero al momento en el que se desarrolla la novela en general, que sabemos que se inicia en el año 54 de nuestra era, sino a ejemplos como que el niño de Eitana nació a principios del mes de marzo (teniendo en cuenta que marzo es la traducción del “Martius” del calendario romano), curiosamente, como ellos tenían diez meses, martius era el primer mes del año (lo que sería nuestro enero) y se describe como tal a efectos climatológicos. Ocurre lo mismo cuando la protagonista es capturada por primera vez, en el mes de siván.

No obstante, quizás lo más destacable de la novela son los personajes. No sólo la protagonista, que desde el primer momento nos seduce por su fuerte personalidad, que vemos evolucionar a lo largo de la historia, sino cualquiera de las personas que la rodean, para bien o para mal, como el sirio Efrén, enamorado en silencio de ella, siempre dispuesto a ayudarla; el juez Alpino, odioso y amargado que trata a los esclavos peor que a cualquier animal; Didico, el médico que ayuda a Eitana no sólo a curar su cuerpo, sino su alma; las esclavas Doma y Dolcina; el matrimonio que cuida y educa a su hijo desde el día de su nacimiento y otros muchos personajes que de alguna manera lo son porque han formado parte de la vida de Eitana. Porque todos ellos están rebosantes de vida, son creíbles y calan absolutamente en nuestra conciencia, gracias a la calidad narrativa del autor que maneja los diálogos como los grandes.

Pero no sería justa si no mencionase la parte documental. Tengo que decir que la novela histórica, junto con la negra, es de mis preferidas y cuando está bien documentada, cuando el autor se ha tomado la molestia de casar todas las piezas del puzzle y ha sabido jugar con el trasfondo histórico, aunque éste no sea el núcleo de la novela, sino el hilo conductor, no dejo de asombrarme y me parece admirable. En este caso, es de agradecer, en serio. Por ejemplo, sitúa el lugar de nacimiento de Eitana en Betsaida, denominada posteriormente Julias (en honor de la hija del emperador Augusto), la cuna de los apóstoles Pedro y Andrés y residencia de Herodes Filipo, nos la describe sutilmente, pero con eficacia, retratando el muro defensivo que protegía los flancos de la ciudad, las entradas a la misma o las viviendas, pero también el carácter de sus gentes. Pero también hay detalles que te emocionan si más, como la alusión a San Pedro, cuando al volver de Capua, tras el incendio de Roma, Eitana es consciente de la persecución de los cristianos, a quienes han ejecutado echándoles la culpa del mismo. Precisamente, la comentan que entre los asesinados está el líder de ellos, San Pedro, aunque ella no sabe ni quien es y que ha sido crucificado de forma invertida; es decir, boca abajo.


CONCLUSIÓN FINAL:
Una novela ágil y amena, donde el autor ha cuidado hasta el último detalle, con un gran dominio de los tiempos, plagada de infortunios y giros admirables que si fuese llevada al cine, estoy convencida de que sería un éxito rotundo, debido, en gran medida, a la fuerte personalidad de la protagonista. Pero también es una historia apasionante, rica en emociones, que nos conmueve continuamente al sopesar la inferioridad con la que la protagonista, fiel al significado de su nombre, “con fuerza y valor”, afronta su vida en lucha constante contra el destino, que como es lógico acabara por cumplirse de manera irremediable.

En definitiva, una lectura de lo más recomendable, sobre todo para los nostálgicos del género, a la que el único fallo que he encontrado ha sido el precio, dada la situación actual.