miércoles, 29 de agosto de 2018

TODOS LOS VERANOS DEL MUNDO, de Mónica Gutiérrez



DATOS TÉCNICOS:
 

Título: TODOS LOS VERANOS DEL MUNDO
Autora: Mónica Gutiérrez
Editorial: Roca
Colección: Novela
ISBN: 978-84-17092-92-4
Páginas: 208
Presentación: Rústica con solapas







Querid@ amig@:

O quizás debería decir lector, o bloguero, o yincanero, o un poco de todo o un casi de nada. Da igual, el caso es que has llegado hasta aquí y quiero contarte por qué esto que estás leyendo no es una reseña y, cuando termine, espero que me digas que ni falta que te hace.

En primer lugar, te explico el motivo de que sea una carta: mi primera intención al escribirla era disculparme por haber estado tan ausente estos últimos días. De hecho, tendría que haber estado comentando la novela en Twitter, pero no ha podido ser porque he hecho una escapada a un pueblo del pirineo catalán: Serralles.


Me propuso el viaje una amiga. También se ocupó de elegir el enclave. Hacía tiempo que teníamos pendiente volver a encontrarnos y qué menos que darle esa opción cuando siempre he sido yo quien no encontraba el momento para vernos. Me sorprendió, no diré que no. Ahora que parece que los destinos más deseados en época estival son los de playa, buscar el abrigo de las montañas se me hacía extraño. Es lo que tienen los tópicos, que se retroalimentan. Y como excusa para elegir este lugar en particular y no otro, me propuso realizar un cursillo de cocina. ¿Cómo te quedas? Yo no daba crédito y lo primero que me vino a la cabeza era que me quería meter en una dinámica tipo Master Chef versión rural. ¡Lo que me faltaba!, porque qué quieres que te diga, no salgo yo de mi casa donde a diario cocino para cinco personas como para irme de vacaciones a hacer lo mismo, por muchos trucos que me quieran enseñar. Pero tanto empeño por su parte me pudo, aunque guardaba la esperanza de que aprovecharía para visitar la zona y empaparme con su patrimonio arquitectónico, visitando su monumentos prerrománicos o románicos a la vez que disfrutaba de sus espectaculares paisajes, de los que tanto había oído hablar. Así que sucumbí.

Llegamos por la mañana, más pronto de lo que pensábamos, así que hicimos tiempo en "La cacerola", un pequeño bar regentado por Antonio y Milagros, que se encuentra a la entrada del pueblo. Desde allí se divisa todo el municipio, con su poco más de un centenar de casas, en su mayoría de dos plantas, agrupadas en torno a una plaza que sirve de lugar de encuentro para los lugareños y turistas que ahora en verano parecen haber salido como setas. También se distingue una iglesia, sobre todo por su campanario que se alza sobre todo el conjunto.

Poco después nos dirigimos a la casa rural que utilizaríamos durante nuestra estancia y después nos acercamos a la masía de los Brunet, donde nos darían las clases de cocina. Me gustó a simple vista, pues es un edificio capaz de reunir en su arquitectura la sobriedad de lo tradicional con la comodidad de lo actual. Cierto es que la parte más antigua está reservada a la propietaria y su familia, a la que conocimos sin que ellos se diesen cuenta a lo largo de los días que pasamos, dado que de vez en cuando nos acercábamos a un pequeño jardín que tienen en la parte trasera de la casa y a través del seto escuchábamos sus conversaciones. No había maldad en ello, sino que rezumaban un halo de ternura y nostalgia que nos atraía mucho.
 

Y es que esta familia, siendo tan normal y corriente como cualquier otra, tienen un problema del que no son consciente: una falta de comunicación importante desde que falta el cabeza de familia, que murió hace apenas dos años. O quizás no, quizás siempre estuvo ahí  latente pero mientras estaban unidos no era tan evidente. Tanto es así que, desde aquel momento, Helena, una de las hijas, dejó de ir al pueblo, porque no soportaba la ausencia. Ahora ha tenido que volver porque Jofre, su novio, se ha empeñado en casarse y hacerlo allí. Por eso, se ha adelantado un par de semanas sobre la fecha elegida para prepararlo todo. Sin embargo, él se ha quedado en Barcelona, porque es juez y debe pensar que su trabajo es más importante que cualquier otra cosa.

No obstante, he disfrutado no mucho, sino muchísimo con la familia Brunet. Cada uno, a su estilo, me ha robado el corazón. Al principio me costó empatizar con Helena, pero muy al principio. Cuando tomé conciencia de que ni ella era consciente de lo mucho que sufría por no saber abrirse, por no saber curarse determinadas heridas que seguían  lacerando su alma, sentí lástima, sobre todo porque en su afán de quererlo controlar todo, hizo demasiadas concesiones a la "seguridad", cuando en realidad simplemente se trataba de desandar un camino que nadie la obligaba a transitar. Bajo una apariencia de chica seria y responsable, que a lo largo de los años ha ido dejándose la juventud en uno de esos "bufetes-tiburón", tan prestigiosos ellos y con más trepas por metro cuadro de lo humanamente soportable, la han despedido, ¿por qué? Pues porque se va a casar. Porque quiere formar una familia. Y es incapaz de decirlo, porque en esta familia parece que son incapaces de compartir las penas, así que cada uno se guarda las suyas, no vaya a ser que sean algún tipo de enfermedad contagiosa.

Lo mismo ocurre con la madre, que a pesar de parecer que se ha reinventado creando esta escuela de cocina, que ha hecho de tripas corazón, sigue echando de menos a su esposo como el primer día, hasta el punto de que ha escondido las fotografías que antaño adornaban los rincones de la casa porque no soporta ver la felicidad que entonces transmitían. Con respecto a sus hijos se ha blindado, es incapaz de dar rienda a sus sentimientos, poniéndose como excusa que el cariñoso de la familia era el marido, que ella siempre fue la mano dura de la casa. Y lo mismo ocurre con Xavier, un hombre de éxito aparentemente. Un escritor superventas, padre de dos niños encantadores, que vive encerrado en su torre de marfil que no es otra cosa más que la tapadera donde expía su dolor para sobrellevar, de cualquier manera y sin exponerse, lo mal que lo está pasando por su reciente divorcio. Todavía está enamorado de la que fue su mujer, pero se culpa del vacio al que sometió a su familia intentando alcanzar un sueño que cada día le pesa más.

Sin embargo, Silvia es un verso libre. Es el Pepito Grillo de la familia, la única capaz de poner los puntos sobre las íes, hasta el punto de parecer que siempre está enfadada con el mundo. Es noble, directa y luchadora. Todo lo opuesto a su hermana, aunque puede que solo en las formas, porque en el fondo se parecen más de lo que creen. Es activista de Greenpeace y mantiene una relación con el dueño de la floristería del pueblo. Un vikingo que parece un armario de cuatro puertas, capaz de montarte un número si no eres capaz de entender que la solidaridad empieza por uno mismo.

Y, por si fuera poco, tampoco te creas que los lugareños no están a la altura. Hay uno, en particular, que hará tus delicias si eres capaz de traspasar el umbral del local que regenta: "La biblioteca voladora",  su libreria. Responde al nombre de Jonathan Strenge y es tan excéntrico como interesante. No encontrarás allí ningún libro comercial, pero si un té Earl Grey y unos bollos "delicius" que te harán más llevaderas las charlas literarias, porque otra cosa no será, pero gracias a personajes como este, Mónica Gutierrez sigue rindiendo su particular homenaje a la literatura, esa que se escribe en negrita y mayúsculas.

Y ahora que lo pienso, también debería hablarte de Marc Montañés, el amigo de la infancia de Helena, aquel que agluninó, en uno solo, Todos los veranos del mundo... O no, mira, ¿por qué no te lees el libro? Porque yo puedo contarte mi experiencia, seguir poniéndote ejemplos, pero deberías vivirlo. Créeme. Es una novela maravillosa, que te reconciliará con la vida, porque tú y yo sabemos que la gente buena existe si nos paramos a reparar un poco y le dedicamos tiempo.


Mientras, te dejo la sinopsis. Échale un vistazo, ya verás como te atrapa. 

Helena, decidida a casarse en Serralles, el pueblo de todos sus veranos de infancia, regresa a la casa de sus padres para preparar la boda y reencontrarse con sus hermanos y sobrinos. Un lugar sin sorpresas, hasta que Helena tropieza con Marc, un buen amigo al que había perdido de vista durante muchos años, y la vida en el pueblo deja de ser tranquila.

Quizás sea el momento de refugiarse en la nueva librería con un té y galletas, o acostumbrarse a los excéntricos alumnos de su madre y a las terribles ausencias. Quizá sea tiempo de respuestas, de cambios y vendimia. Tiempo de dejar atrás todo lastre y aprender al fin a salir volando.


martes, 21 de agosto de 2018

MUERTE CONTRARRELOJ, de Jorge Zepeda Patterson



DATOS TÉCNICOS:

Título: MUERTE CONTRARRELOJ

Autor: Jorge Zepeda Patterson
Editorial: Destino
Colección: Áncora y Delfín
ISBN: 978-84-233-5406-1
Páginas: 368
Presentación: Rústica con solapas






A raíz de leer Milena o el fémur más bello del mundo tuve claro que Jorge Zepeda Patterson había llegado para quedarse en mi estantería. Eso sí, en el rincón de los elegidos. Tanto es así que cuando me enteré que este libro era la segunda parte de una trilogía -Los Azules-, enseguida busqué el primero y el tercero llegó en cuanto se publicó. Sin embargo, todavía no los he leído, por estos líos yincaneros en los que siempre ando metida, que me roban más tiempo del que desearía, pero que me dan la vida.

Es por ello que cuando me enteré que el autor volvía a publicar una nueva novela, los dedos se me hicieron huéspedes y las ganas de leerlo se impusieron sobre muchas otras novelas que tenía pendiende. Zepeda es mucho Zepeda, más allá de que tanto el título de libro como su portada apuntasen maneras a que el escenario donde podría transcurrir la trama, quizás, no fuera especialmente atractivo. Maneras que dejan de serlo cuando lees la contraportada. Más evidente, imposible.

Y digo esto porque entiendo a quienes les de pereza, -o cualquier otra cosa que se le parezca-, leer una novela que transcurre durante el Tour de Francia, más a aquellos lectores que aman la novela criminal y que puede no cuadrarles si no eres aficionado a este deporte. Por ello, me gustaría que dejéis de lado ese aspecto, porque si queréis disfrutar de una novela espectacular, con un ritmo vertiginoso y una prosa brillante, tenéis que leer Muerte contrarreloj sí o sí. Y, ya puestos, intentaré explicar los motivos de mi recomendación.




(Biografía facilitada por la editorial).

Jorge Zepeda Patterson es economista y sociólogo, con estudios de doctorado en Ciencias Políticas en la Sorbona de París. Fundó y dirigió los diarios Siglo 21 y Público, y fue director de El Universal. Actualmente es analista en radio, televisión y prensa escrita, y dirige el diario Sinembargo.mx. También ha escrito y editado media docena de libros de análisis político. Recibió el prestigioso Premio Maria Moors Cabor de la Universidad de Columbia.


Como novelista, se estrenó con Los corruptores (Destino, 2013), finalista del premio Dashiell Hammett y primera parte de la serie «Los Azules», con un éxito de crítica arrollador. La segunda parte, Milena o el fémur más bello del mundo, ganó el Premio Planeta en 2014. La tercera, Los usurpadores, fue publicada por Destino en 2016. Con Muerte contrarreloj introduce nuevos personajes en su universo literario.






Cuatro incidentes en el Tour de Francia han alertado a la policía: un atropello, un violento asalto, una sospechosa intoxicación y un supuesto suicidio. En más de un siglo nada había alterado el orden de uno de los eventos deportivos más importantes del mundo hasta ahora que es evidente que hay un asesino en el pelotón de corredores.

Marc Moreau, miembro clave del equipo cuatro veces campeón, es reclutado para seguir de cerca las huellas del culpable. Marc sabe que con tal de ganar una etapa del Tour, hay ciclistas dispuestos a morir en descensos suicidas a más de noventa kilómetros por hora; pero ahora también hay algunos dispuestos a matar para conseguirlo.

En una competición que parece destinada a la desgracia y en la que todos los involucrados se convierten en víctimas y culpables, Moreau tiene frente a sí la oportunidad de su vida y, al lado de Fiona —su novia y jefe de mecánicos— y Steve Panata —su mejor amigo y cuatro veces campeón—, tendrá que decidir entre la traición, el triunfo o incluso la muerte en una frenética batalla en solitario contra el cronómetro.







Lo primero que me llamó la atención, nada más abrir el libro, fue su prólogo. El primer párrafo me resultó impactante y ya supe que me enfrentaba a una lectura de tronío, de esas que no puedes dejar de leer ni aunque quieras.

Siempre he dicho que cuando una novela -más si hablamos de género negro o policíaco- no te atrae como un imán en las primeras treinta páginas, malo. Pero, ¿en el prólogo?, ¿en el primer párrafo del prólogo? Así que continué leyendo, ya no podía parar. No quería pensar en que fuesen fuegos de artificio, que a un prólogo memorable le siguieran capítulos de relleno hasta ponerme en situación. Y digo que no quería hacerlo porque por lo poco que conozco a Jorge Zepeda Patterson, tenía más bien claro que eso no iba a pasar. Y entonces me dejé llevar, porque todo lo que leía me gustaba. Empecé a devorar capítulos como si no hubiese un mañana.
 

La novela está escrita en primera persona por el protagonista, Marc Moreau, en la actualidad primer gregario del equipo Ventoux y amigo íntimo del líder: Steve Panata. Empezaron a competir en el Ventoux once años antes, cuando el francés contaba con veinticuatro años y el americano, veintidós. Eran simples gregarios, pero la marcha del líder y la falta de presupuesto para fichar una estrella a la altura del que tenían hasta entonces hicieron que el equipo se decantase por alguien de la plantilla. Y las miradas se posaron en los dos amigos, con similar calidad y facultades, aunque entre quienes decidieron se impuso la leyenda de Induráin, que sin ser un gran escalador, había ganado cinco tours seguidos gracias a sus habilidades como contrarrelojista unido al apoyo de su equipo, en el que abundaban los mejores escaladores. Precisamente en lo que Moreau destacaba y, de ese modo, los directivos optaron por Panata, que era invencible en otros terrenos excepto en la montaña y con el aliciente que era un imán para los patrocinadores. 

Y fue en aquel momento cuando los dos amigos renovaron la promesa formulada un año antes de que siempre se apoyarían entre ellos. Corría el 2006 cuando ambos se conocieron y convirtieron en el blanco de las novatadas de otros ciclistas que acudieron a un campamento organizado por el equipo Ventoux en Cataluña y que sellaría, a golpe de agravios, una alianza indisoluble basada en la protección mutua. Concurrieron a aquella cita cuarenta y seis jóvenes que soñaban en convertirse en profesionales y que, a base de pruebas, tendrían que demostrar que eran los mejores, porque solo nueve de ellos pasarían a engrosar las filas del primer equipo. Steve y Marc despuntaron enseguida sobre todos los demás.

Nació así una profunda amistad, que se mantuvo y creció a lo largo de los años. Ayudaron mucho sus notables diferencias en cuanto a origen y modo de enfocar la vida, porque las carencias de uno se nutrían de la riqueza del otro, ya fuese en lo material o en lo intangible y viceversa. Mientras Steve había tenido una vida regalada desde su nacimiento, ya que sus padres eran una pareja de prestigiosos abogados en EEUU que nunca se opusieron a sus caprichos, la vida de Marc no fue precisamente fácil, ya que era hijo de padres divorciados: un militar francés retirado que vivía en los Alpes y una madre, enfermera, con la que residió hasta los dieciocho años en Medellín -Colombia-, momento en el que fue plenamente consciente de que era un estorbo para ella. Con semejante mochila se fue a vivir con su padre, para nunca más volver. De su época en Medellín sacó algo positivo: que gracias a lo lejos que vivía del colegio y lo mucho que tenía que madrugar, su madre le compró una bicicleta y, como era muy perezoso para levantarse, cronometraba todos los días el trayecto para rebajarlo cada día y así poder dormir más.

De cualquier modo, aunque esta amistad sea uno de los temas más destacables de la novela -obviando que se trata de una novela negra y que lleva implícita una gran carga de ambición, egoismo, crueldad, etc.- solo os he querido poner en antecedentes de lo estrecha que es esta relación, porque marcará cada página del relato y porque a medida que van pasando etapas en la carrera y la situación se hace más acuciante, ya que hay un asesino -o asesinos- que campan a sus anchas, el vínculo sufrirá las consecuencias. No obstante, lo que os he contado solo es un aperitivo, aunque no lo parezca.

Porque, ¿qué es lo que sucede realmente? Intentaré dar la versión corta: De los ciento noventa y ocho ciclistas que comenzaron el Tour en la etapa prólogo, al tercer día  cincuenta y dos de ellos ya lo habían abandonado. Llegados al séptimo día, la suma de contratiempos era más que sospechosa, de modo que la organización lo tuvo que poner en conocimiento de la policía, que inició una una investigación. Se hizo cargo de la misma el comisario Favre, quien a su vez pidió colaboración a Marc Moreau dado que, en el pasado, fue policía militar, por mucho que el ciclista insistiera en que su experiencia se limitaba a unos pocos seminarios en Paris hacia más de una década. Sin embargo, para el comisario el hecho de que participe en el Tour le permitiría tener un topo en el corazón de la organización. Estos sucesos son los siguientes:

- Una semana antes del comienzo de la competición Hugo Lampar, escalador del Locomotiv, fue atropellado mientras entrenaba en un camino solitario. Sufrió numerosas fracturas que hicieron inviable su participación en el Tour y anuló las opciones de éxito de su líder, Serguei Talancón.

- Tres días antes de comenzar el Tour, el alemán Hankel fue asaltado por unos ladrones y, aunque no opuso resistencia y les dió su cartera, le abofetearon y tiraron al suelo, para después golpearle en los tobillos, imposibilitando su participación en la competición. Curiosamente, este ciclista quedó tercero en el Giro de Italia y se esperaba mucho de él en el Tour.

- El inglés Cunninham sufrió una intoxicación sospechosa en la primera contrarreloj celebrada en la primera etapa. El cuerpo médico no consiguió entender cómo fue posible que le atiborrasen de antihistamínicos cuando comió lo mismo que el resto de la plantilla. Era el candidato ideal para poner a Panata contra las cuerdas en esta prueba; sin embargo, llegó tres minutos después que el americano tras este percance.

- En la quinta etapa, unos supuestos aficionados provocaron una caída masiva y cuatro ciclistas del equipo Movistar tuvieron que abandonar la competición, dejando a su líder con sus opciones de triunfo bastante mermadas.

Y todo se precipita cuando encuentran el cadáver de Saul Fleming, el segundo del equipo ingles y el hombre encargado de llevar en volandas a su líder al podio, en la bañera de su habitación. Aparentemente se ha suicidado, a juzgar por sus muñecas abiertas, pero todo indica a que es un asesinato.

Pues bien, con estos mimbres se articula una novela fascinante, no solo porque en ella se combina la épica del ciclismo en todo su esplendor, viviendo cada etapa como si estuviésemos allí. O qué digo, mucho mejor, porque nos meteremos en la piel del mejor de los gregarios y seremos conscientes del esfuerzo de su lucha para convertir a su amigo y líder en ganador. Despojándose de su alma y quien sabe si su dignidad en cada pedalada, aguantando en el llano, protegiéndole en la montaña o corriendo sobre carreteras adoquinas en las que dejarse las piernas durante horas es lo menos malo de todo lo que hay que aguantar, mientras el resto del cuerpo empieza a debilitarse bajo su peso. Y al término de cada etapa, después de acompañarle al ritual del masaje o a la prueba antidoping -si es que toca-, llega la cena, ese momento en el que hay que reponer energía porque el gasto de calorías durante la jornada es brutal. Después, ya en la cama, repasaremos con él la clasificación, veremos las posibilidades y día a día, entre la extenuación y la satisfacción del deber cumplido, veremos como la sombra de la duda cada vez aumenta más y empieza a cuestionarse ¿qué pasaría si...?

Y si ya solo con eso sería un relato de lujo, viene aderezado por un misterio que nos traerá de cabeza a lo largo de todas sus páginas. Y no podrás dejar de leer, porque te devorará. No me diréis que no es un buen plan, ¿verdad?






Muerte contrarreloj es una historia apasionante. Tras un prólogo impactante, donde se sientan las bases de lo que será un relato brillante y vibrante a partes iguales, que viviremos con el corazón en un puño a lo largo de veintiuna etapas, ensambladas con precisión, como si de un reloj suizo se tratase, conoceremos los entresijos de un evento deportivo sin parangón, pero también asistiremos a una investigación criminal que nada tiene que envidiar a la mejor novela negra que hayáis leído, más allá de unos escenarios que quizás no motiven a muchos, pero que son una maravilla en todos los sentidos. Porque recuerda que:






lunes, 13 de agosto de 2018

ARDERÁS EN LA TORMENTA, de John Verdon




DATOS TÉCNICOS:

Título: ARDERÁS EN LA TORMENTA
Título original: White River Burning
Autor: John Verdon
Traductor: Santiago del Rey
Editorial: Roca
Colección: Thriller y suspense
ISBN: 978-84-16700-72-1
Páginas: 504
Presentación: Rústica con solapas




El pasado 7 de junio, coincidiendo con el lanzamiento al mercado de Arderás en la tormenta, asistí, junto con mis compañeras de Madrid, pertenecientes todas ellas a #SoyYincanera, a un encuentro con John Verdon y os puedo asegurar que si ya de por sí la satisfacción de conocer a un autor de este calado fue inmensa, el modo en el que se desarrolló la charla estuvo a la altura de los grandes. De los más grandes. No solo es que fuese entretenida, distendida e interesante, sino que nos permitió hacer un recorrido a lo largo de su obra, haciendo hincapié, lógicamente, en esta, su última novela y sexta de la serie de David Gurney. Todo ello fue posible gracias a la oportunidad que nos brindó Roca Editorial y el buen hacer de Silvia Fernández.

Siempre diré que no hay nada como asistir a un encuentro literario, porque además del placer que puede suponer el conocer personalmente a alguien a quien admiras, te da la oportunidad de perderte en los entresijos de las novela, profundizar en ella y preguntar al autor sobre aquellas dudas que pueden no haberte quedado resueltas o disfrutar, sencillamente, de la historia a su lado, comentar anécdotas o el por qué de las situaciones que se plantear. En fin, un batiburrillo de deseos que siempre se ven ampliamente satisfechos. Y en este caso, no os podéis ni imaginar el modo en que se solucionaron porque tanto el autor como su traductora, Lidia, se esforzaron lo indecible porque así fuese. Pero empecemos hablando de él, a grandes rasgos:


    
John P. Verdon (Nueva York, 1942) ha desarrollado casi toda su carrera profesional (más de tres décadas) como director creativo en varias agencias de publicidad en Nueva York. Verdon, que siempre quiso ser escritor, una vez retirado junto con su esposa, compaginó su afición por la carpintería con la de la lectura de novela negra y descubrió a los maestros del género, llegando a obsesionarse por el método que usaban para la creación de cada trama e, incitado por ella, decidió dar el salto a la escritura, llegando a convertirse con su primera novela  en un maestro del best seller.

Novelas publicadas:
- Sé lo que estás pensando (2010)
- No abras los ojos (2011)
- Deja en paz al diablo (2012)
- No confíes en Peter Pan (2014)
- Controlaré tus sueños (2015)
- Arderás en la tormenta (2018)






La tensión ha ido en aumento en White River. El inminente primer aniversario de la muerte de un motorista negro por el disparo de un policía local inquieta a una población económicamente deprimida y racialmente polarizada.

Se han pronunciado discursos incendiarios. Han empezado manifestaciones airadas. Ha habido casos aislados de incendios y saqueos.

En medio de toda esta agitación, un francotirador mata a un agente de policía y la situación se descontrola. El fiscal de distrito del condado acude a Dave Gurney, detective de homicidios retirado del Departamento de Policía de Nueva York, con una extraña propuesta: quiere que Gurney lleve a cabo una investigación independiente del homicidio y que le informe directamente a él.

Pese a tener algunos recelos sobre la singular oferta, Gurney termina por aceptar el encargo. Sus dudas se intensifican todavía más cuando conoce al tremendamente ambicioso jefe de policía local, en cuyos métodos agresivos y posiblemente ilegales podría hallarse el origen de la inquietud de los ciudadanos.

La situación en White River se vuelve realmente tensa cuando se producen más muertes en lo que parece ser una escalada de venganzas. Sin embargo, cuando Gurney se pregunta por la verdadera naturaleza de todo este baño de sangre y se centra en aspectos peculiares de cada uno de los homicidios, el fiscal del distrito le ordena desvincularse de la investigación.

Obsesionado con los indicios que no corroboran la versión oficial de los hechos, Gurney decide actuar por su cuenta. A pesar de la intensa oposición de la policía, así como de peligrosos fanáticos que acechan en las sombras, Gurney empieza a descubrir un asombroso entramado de engaños, entre ellos, lo que podría ser el plan de incriminación más diabólico jamás concebido.

La respuesta a esta tenaz investigación se vuelve cada vez más violenta a medida que Gurney se acerca a la verdad que se oculta tras los crímenes. Al final, cuando logra desenmascarar al monstruo que maneja los hilos, Gurney descubre que en White River nada es lo que parece.





Previo al encuentro que mantuvimos con John Verdon, la editorial, junto con el Dossier de Prensa, nos facilitó un decálogo en el que se recogen las razones por las que hay que leer a John Verdon. Sí o sí. Y yo, que me gusta un decálogo más que comer con los dedos, no pude evitar hacerlo mío:



Y es precisamente porque este cúmulo de motivos, en su totalidad, están más que demostrados, bien por datos constatados, bien porque hay un público Verdon que espera como agua de mayo cualquier novela suya. Precisamente por estas razones.

Así que como comprenderéis, no voy a centrarme en cifras de ventas, sino en aquello que puede aplicarse a esta novela aunque pueda encajar con las anteriores y que, curiosamente, tratamos en el encuentro literario citado anteriormente.


Uno de esos motivos, es el primero que salta a la vista nada más comenzar la novela: el hecho de que este nuevo de caso -como los que podemos encontrar en cualquiera de sus novelas anteriores- son motivo de reflexión sobre problemas sociales que no dejan indiferente a nadie. En Arderás en la tormenta será el del conflicto racial. De hecho, nada más comenzar a leer, nos encontramos ante una ciudad que se encuentra sumida prácticamente en estado de excepción: se suceden los disturbios, asaltos y algún que otro incencio, en particular en Grinton, uno de los barrios más desfavorecidos de White River, ciudad próxima a Walnut Crosing, localidad donde reside David Gurney.

La razón habría que buscarla en que un año antes murió un activista de la UDN (Unión de Defensa Negra) a manos de un agente en un control policial y ahora se están convocando manifestaciones de protesta. Estas demandas han desencadenado un efecto rebote en las filas de los supremacistas blancos que exigen, a su vez, la revocación de determinados privilegios otorgados a las minorías. Así que como comprenderéis, el lío es monumental. Solo que, como todos sabemos, si algo es suscepcible de empeorar, empeora, tanto en White River como en Pekín.


Así que la ocasión la pintan calva cuando un francotirador mata a un policía. ¿Quid pro quo? Pues aunque parezca mentira, todavía queda mucha leña que cortar. Pero es en ese momento cuando el fiscal de distrito del condado, Kline Sheridan, pide a Gurney que colabore con su departamento e investigue el homicidio de forma paralela. No obstante, el expolicía desconfía de él y el aliento que le lleva a aceptar el trato es la visita que le ha hecho la esposa del policía abatido, Kim Steele, que le suplica prácticamente que encuentre al asesino de su marido, con el apoyo tácito de Madeleine, su esposa. Eso sí, para ello, pondrá el sus condiciones:
 

 
E inmediatamente el fiscal le cita para una reunión a la que asistirán ambos, esa misma tarde, con el Comité de Crisis en la central de la policía de White River a la que asistirán:

- Dell Beckert: Jefe de policía de White River, con ambiciones políticas.
- Judd Turlock: Mano derecha del anterior, tiene un pasado más que sospechoso.
- Mark Torres: Agente de policía, en teoría es el jefe de Investigación. De origen sudamericano, admira a David Gurney desde que asistió a uno de sus seminarios.
- Dwayne Shucker: Alcalde de la ciudad.
- Goodson Cloutz: Sheriff y ciego. Dirige la cárcel del condado y sale reelegido todos los años.


Y las cosas se empiezan a torcer, porque Gurney comienza a dudar desde que se sienta en la silla hasta la resolución del caso, ya sea a la hora de establecer prioridades como en la distribución de los medios o en las directrices a dar a la prensa. Las cosas no le cuadran y sus reticencias son más que evidentes. Y eso que los sucesos no han hecho nada más que empezar y que a lo largo de los días se van a suceder los asesinatos, a cual más cruento, los saqueos y todo lo vivido hasta el momento, estando la ciudad a punto de convertirse en un polvorín a punto de estallar. Cuando empiezan a aparecen pruebas, se las cuestiona. Y tú, como lector, llegas incluso a sentir angustia mientras lees lo que se dirime en esos "Comités", porque algunas parecen concluyentes, pero ese sabueso retirado, aficionado a la arqueología como vemos en las primeras páginas del libro, sabe lo que se hace. Su minuciosidad, su observación y esa capacidad de análisis prodigiosa que le lleva a fijarse en el detalle antes de entender el todo, amparado por esa inercia innata a la soledad, a entretenerse solo mejor que en compañía de, tiene mucho que ver con las fases por las que hay que pasar al descubrir un yacimiento arqueológico.


No obstante, no está solo. Cuenta con el mejor de los apoyos posible: su esposa, Madeleine, que es la voz de su conciencia, quien le pone los pies en el suelo y le indica la vereda y Jack Hardwick, antiguo compañero y amigo de su etapa en la policía que aunque tiempo atrás fue apartado del cuerpo, no pudieron quitarle su instinto policial ni sus preciados contactos que ya los quisiera para sí el propio Gurney.

Y como en esta novela la verisimilitud es ley y absolutamente perceptible, no puede faltar algo a lo que estamos más que acostumbrados en estas latitudes, porque no es patrimonio únicamente de la América profunda: los medios de comunicación, sensacionalistas, manipuladores, pero con un poder excesivo.

Y es que, como decía al principio, en este relato no es el conflicto racial lo que Verdon quiere poner en la picota, sino algo mucho más taimado. El conflicto existe, obvio, pero solo es una de las capas del yacimiento que es la sociedad, el instrumento mediante el cual llegar a la idea sobre la que se basa la novela, una frase que aglutina todo: “No hay una calamidad social tan terrible que no haya nadie que no vaya a sacar un provecho”. Y solo de pensarlo, da pánico. Casi tanto como ese desenlace que deja para el arrastre a cualquiera. Porque otra cosa no, pero es impactante como pocos y hasta sus últimas consecuencias.




Arderás en la tormenta es un relato fascinante basado en una historia que roza la linde de lo posapocalíptico por los controvertidos sucesos de los que seremos testigos. Una novela adictiva, que devorarás. Narrada con una prosa fluída, sus diálogos son amenos y verosímiles y sus descripciones un lujo, casi cinematográficas.