miércoles, 16 de noviembre de 2011

INSTINTO DE SUPERVIVIENTE, de Darío Vilas


DATOS TÉCNICOS:

Título: Instinto de superviviente
Autor: Darío Vilas
Editorial: Dolmen Editorial
ISBN: 978-84-15296-07-2
Páginas: 214



Tengo que reconocer que no me cuento entre las aficionadas a este subgénero, aunque me consta que es bastante popular y que en la actualidad varias editoriales dedican parte de su producción a esta temática, posiblemente como continuación del boom editorial que vivimos en 2009 con el fenómeno vampírico. Haciendo memoria, pocos títulos, obviando el apartado cinematográfico, me vienen a la cabeza, a no ser “Frankestein”que no es que sea un zombi, pero lo parece, debido a que gracias a la ciencia, se convirtió en un muerto redivivo) o “Cell”, de Stephen King, en donde el holocausto zombi tiene origen como consecuencia una infección que se transmite acústicamente, pero pocas más.

Y explico esto porque creo que tiene mucho mérito el que una novela te atrape teniendo como telón de fondo un tema que, a priori, no te atrae lo suficiente, a cualquier otra donde si se da esta premisa. Porque, efectivamente, en este cóctel apocalíptico, los zombis son solo uno de sus ingredientes, quizás el de menor relevancia en la novela, la excusa perfecta para transmitir y plasmar otra problemática: el tremendo drama personal que sufren sus protagonistas, Andrés y Damián por un lado y Marga, por otro. Pero los otros elementos, los que lo convierten en un libro absolutamente recomendable, son los imprescindibles, los que nunca fallan: como que se trata de un relato intenso, lleno de acción y fuerza narrativa, que gracias al buen saber y hacer del autor, no decae en ningún momento; con unos personajes muy interesantes y perfectamente definidos y un final sorprendente. Lógicamente, para conseguirlo, Darío Vilas se vale de una prosa ágil y cuidada, llena de matices, recreando un ambiente demencial que te engancha.


ARGUMENTO:
El argumento de “Instinto de Superviviente” es similar al de cualquier otra novela de zombis en lo que respecta a la típica horda de redivivos que un buen día se levantan y van a la caza de carne fresca. La diferencia radica, principalmente, en que el autor en vez de regodearse en el “efecto casquería” como suele ser habitual en este tipo de literatura, se decanta por descubrirnos a unos personajes complicados y ambiguos, que presentan distintos conflictos existenciales y que son la base de la novela.

Así, nos encontramos con Andrés, el prototipo del antihéroe, que hasta el momento del holocausto zombi trabajaba como portero en la finca urbana donde además reside en un apartamento que le han construido en el sótano, sin ventilación e insonorizado, para no ser descubierto en el caso de una presumible inspección administrativa, dado que es ilegal. Pero precisamente ese ardid se ha convertido en una suerte porque de esa manera los redivivos no le han podido localizar, todavía. Cuando la epidemia comenzó llevaba pocos días conviviendo con su hijo, Damián, a quien su madre prácticamente había abandonado al no ir a recogerlo al colegio. El niño desconfía de Andrés, pero también es consciente del carácter de su madre, volcada exclusivamente en su vida laboral y amorosa y despreocupada en lo concerniente a él. Esta situación, junto con que Andrés no le permite salir al exterior, le mantienen en un estado apático, dada la falta de perspectivas.

Tras varias semanas sin poder salir de casa, las provisiones se han agotado, por lo que Andrés decide forzar la vivienda de uno de los vecinos, un anciano que vive solo y del que sabe que acostumbra a hacer la compra por quincenas, por lo que acumula grandes cantidades de conservas. Una vez en el interior, descubre en el salón al anciano muerto; tras acercarse, observa que se ha convertido en un zombi y tiene que matarlo mediante un tiro en la cabeza (es la única manera de acabar con ellos). Lógicamente, atrae a la turba de no-muertos y tienen que salir sin demora de allí.

La idea de Andrés, es llegar a la playa, donde podrán coger una lancha de rescate de la Cruz Roja y poner rumbo a la isla de Simetría, aunque Damián intentará encontrar primero a su madre… Es entonces cuando brota el instinto de superviviente.


Por otro lado, tenemos a Marga, la madre de Damián, quien tras la calamidad que asola Amalgama entra en estado de shock, al comprender que ha perdido a su hijo como consecuencia de sus actos. Marga vive sometida a los caprichos de su nuevo novio, pero siempre ha sido igual en todas sus relaciones. Cuando éste decide huir de la ciudad, llevándosela con él, ella se encuentra aturdida y reacciona de tal manera que llega a creer que el niño sigue a su lado. Salvadas las dificultades para salir del aparcamiento, consiguen llegar a la casa que los padres de Ricardo tienen en las afueras, pero acaban siendo localizados por los zombis, que acaban con la vida de él, mientras Marga consigue huir… y aflora el instinto de superviviente.


IMPRESIONES:
La novela comienza de la manera más original posible, con un prólogo que se merece una ola virtual, firmado por Javier Pellicer (el autor de “La sombra de la Luna” y amigo del autor), escrito en un tono deliberadamente vertiginoso, envolviendo la narración en una pátina de misterio e ironía a partes iguales y acabando con todos los tópicos a la hora de presentar una obra, ya que convierte al autor en el único responsable de la hecatombe de la que más adelante seremos partícipes:

“- Soy el sargento Gimeno, del Grupo de Asalto y Rescate –respondí, en tanto mordisqueaba mi puro-.

- Me temo que no encontrarán a muchos más por aquí –dijo-. Al menos, vivos. De los otros hay de sobra.

- No es un rescate general. Hemos venido a por dos personas, y una de ellas es usted.

- ¿Yo? ¿Por qué yo?

- Está relacionado con nuestro objetivo primordial. ¿Conoce a Darío Vilas?

Por la sorpresa reflejada en su rostro, estaba claro que aquella era la última pregunta que esperaba recibir.

- Si… -balbuceó-. Es un colega escritor, un buen amigo.

- Tal y como suponíamos. Es imperativo que lo encontremos. Creemos que tiene algo  que ver con esta maldita plaga…”. (Página 10).


La acción transcurre en una ciudad ficticia, a la que Vilas denomina Amalgama (en alusión a la ciudad donde transcurre la novela de su amigo Pellicer, “La sombra de la Luna”) y se dirigen hacia una isla llamada Simetría (este nombre ya fue utilizado por Darío Vilas en un libro de relatos “Imperfecta Simetría” del que es co-autor junto con Rafa Rubio), sin lugar a dudas, el país en el que transcurren los hechos es España, por algún que otro detalle más que evidente. Por un lado, cuando Andrés está en la playa, llega una familia en barco y éstos le comentan que su última parada fue en el Puerto de Cádiz; también se menciona a Galicia, así como los acontecimientos vividos hace pocos meses en las plazas de las ciudades más relevantes del país, como consecuencia del 15-M y el fenómeno de los Indignados.

El tiempo no siempre discurre de manera lineal, de hecho, en ocasiones se recurre a flasbacks, para mostrarnos el pasado y de ese modo entender la personalidad de los personajes. Porque “Instinto de superviviente” (que no de supervivencia), es la historia de tres personas cuyo único objetivo es el de escapar de una epidemia zombi que está aniquilando a los habitantes de su ciudad y posiblemente de su país, pero en la que también se va horadando en su personalidad, ofreciendo retazos de su vida, escarbando en su privacidad y desnudándose ante nosotros, por lo que se convierte en un viaje subjetivo y simbólico.

Porque Vilas, del mismo modo que un músico construye una melodía, ha creado unos personajes con unas personalidades umbrías, perversas, dignos representantes de una sociedad adulterada, donde la ética y los principios brillan por su ausencia y que no desafinan en ese panorama angustioso y desquiciante. Y a medida que vamos leyendo y nos adentramos en su historia, en su trayecto desde Amalgama a Simetría, la sombra de la desconfianza aflora irremediablemente. Por un lado, Damián no consigue empatizar con Andrés, a pesar de que tras el enfrentamiento con los zombis, en su intento por sobrevivir a la debacle, consiguen llegar a un entendimiento puntual, que una vez llegados a la playa se difumina, como consecuencia de un giro inesperado que nos proporciona una nueva perspectiva.

Por otro lado, Darío Vilas, aunque mantiene el mismo tipo de zombi al que la literatura y el cine nos tienen acostumbrados: el clásico no-muerto bobo hasta la extenuación, desprovisto de inteligencia y que se mueve con lentitud pasmosa, también crea un nuevo tipo de redivivo más evolucionado con respecto al anterior, que emite un sonido característico que sirve para dar la voz de alarma a sus congéneres. Son los llamados “faros”, que en esta primera parte de la saga aparecen en dos ocasiones, (a mi me recordaron a los infectados de King). Son seres extraños que imagino que el autor definirá más en sus siguientes entregas. De momento, sirven para inquietarnos  y dejarnos un regusto amargo.

Al finalizar, después de los agradecimientos, nos enteramos por una “Nota de autor” que esta es la primera de tres novelas, aunque no será una triología al uso, porque no tendrán continuidad ni en el espacio, ni en el tiempo, además de que cada historia empieza y termina en cada una de ellas, pese a que las tres formarán parte de un todo. Y concluye con un prólogo firmado por Alejandro Castroguer, del que yo hubiese eliminado mucha de la información que ofrece, pero que aún así me parece sobresaliente.



CONCLUSIÓN:
Si he sacado alguna conclusión tras la lectura de esta novela, es que no se pueden tener prejuicios ante nada y mucho menos si hablamos de literatura. Obviamente, es una gran novela donde se conjuga con mucho acierto terror y acción y, por supuesto, la mejor historia de zombis que he leído hasta la fecha, donde el autor ofrece su punto de vista sobre la decadencia moral a la que asistimos día a día, como convidados de piedra, sin hacer nada ante las atrocidades que observamos a diario, sin inmutarnos prácticamente, con un estilo personal e innovador. Y tengo que admitir que me ha sorprendido como hacía tiempo que no lo hacía ninguna otra.






9 comentarios:

  1. No me llevo bien con los zombies, así que esta vez va a ser que no, que no caigo en la tentación.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  2. Pues yo suelo picar en este tipo de novelas, seguramente si me tropiezo con esta me la lleve para casa, me gustan y las disfruto. Sobre todo por la noche, son un clásico!
    Besos

    ResponderEliminar
  3. No me llaman mucho las novelas de zombis y las que he leído ultimamente no me han gustado mucho pero de este libro ya es la segunda reseña que leo positiva y tengo un poco de curiosidad, me pensaré si leerlo
    un beso!

    ResponderEliminar
  4. Me gustan las novelas de terror, vampiros y bichos raros, pero los zombies nunca me han dado demasiada curiosidad. De todas formas está bien saber que esta novela te ha sorprendido; algo es algo.

    ResponderEliminar
  5. A pesar de que te ha gustado, no la leeré. Los zombis tampoco son de mi agrado.
    Besos

    ResponderEliminar
  6. Los zombies no son lo mío... pero conozco a varias personas que seguro que les interesa,

    besotes!!!

    ResponderEliminar
  7. No, no, los zombies no son criaturas con las que simpatice. Descarto este libro...
    Besines.

    ResponderEliminar
  8. Me han hablado bien de este autor, pero los zombies no me gustan, veremos si hago una excepción porque por tu reseña apetece y mucho

    ResponderEliminar
  9. Como te decía, desconozco el autor, no tanto el típo de novela, que alguna ha caído.

    Es lo que comentas, las novelas de estas temáticas normalmente cumplen, al menos, lo que se espera de una novela: que sea adictiva y entretenida. Además merece la pena leerlas aunque sea por el hecho de ver esa "vuelta de tuerca" que le han ido dando al género últimamente.

    Por cierto, cuando lei mi primera novela de este tipo, que creo que fue "Guerra Mundial Z", también me recordó mucho a "Cell". No tanto por el argumento, pero sí por el ritmo y por la estructura de la novela.

    ¡Un besín! ;)

    ResponderEliminar